No siento pena
No, no lo puedo evitar. No siento un ápice de pena hacia los taxistas. La prepotencia en las calles, me supera (¿quién no ha sufrido en sus carnes adelantos suicidas?); los timos a extranjeros que no conocen la ciudad son el pan nuestro de cada día, y la guinda del pastel la ponen cuando intentas coger un taxi en una parada cercana a un hotel y se enfadan porque tú no deseas ir al aeropuerto, sino a casa de una amiga cuya carrera cuesta ¡tan sólo! 580 pesetas.Me parece estupendo que reivindiquen sus, derechos, pero ya se les permite demasiado, y eso se llama favoritismo; yo también tengo derecho, a exigir calidad en sus servicios.
Después de 15 años utilizando los taxis (siempre por una causa justificada y jamás por comodidad o gusto) he llegado a la conclusión de que no merece la pena utilizar el servicio de taxi de esta ciudad.
A mí me dan mucha más pena los pobres ciudadanos y turistas que nos vemos en la obligación de subir a uno de sus coches.-
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