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El próximo movimiento

Joaquín Estefanía

Se cruzan las apuestas y se establecen posiciones en el mercado acerca de cuándo y cómo reaccionará el BBV a la oferta pública de adquisición (OPA) de acciones hecha por el Banco Santander sobre la mitad del capital de Banesto que no controlaba. Más allá de otras consideraciones internas del Grupo Santander (muy importantes; por ejemplo, el ahorro en costes operativos, debido al uso conjunto de la red informática y organizativa), el banco de Emilio Botín ha cercado con su OPA al de Emilio Ybarra en lo que éste es el primero: los beneficios y la capitalización bursátil, los aspectos más apreciados por el accionista que participa en el capitalismo popular español.Lo que está en juego es el liderazgo del sector financiero en España y, por extensión, del sistema económico en general. Para obtenerlo, Botín puso en juego a una de sus piezas más inteligentes: Francisco Luzón, consejero director general del banco, el hombre que presidió Argentaria y que fue despedido por el equipo de José María Aznar -nada más llegar el PP al Gobierno y copar los puestos claves del sector público- por falta de confianza política. Luzón y su equipo (el economista José Juan Ruiz) han diseñado la operación entre el Santander y el Banesto, con la discreción habitual, y han puesto al sector nuevamente en pie de guerra. La OPA del Santander sobre el total de Banesto (poseía ya el 48,1% de las acciones) tiene, en primera instancia, mucho más que ver con esa situación de liderazgo que con el proceso de fusiones y adquisiciones financieras que se van a dar en Europa, según todos los pronósticos, aprovechando el camino hacia la moneda única y la globalización.

Levantada la cotización de ambos bancos en los mercados de valores españoles, cundió la euforia en los mismos. Nada nuevo en el horizonte. La bondad del nuevo paradigma americano (crecimiento sostenido y extendido en el tiempo, baja inflación, pleno empleo oficial, presupuesto equilibrado, etcétera) va acompañado de la principal tendencia del capitalismo mundial en este fin de siglo: un transcurso continuo de fusiones entre empresas del mismo objeto social (lo que lo diferencia del anterior tramo de concentraciones en los años ochenta), en el que no está ausente Europa, que resiste el tirón. En España, las expectativas de fusiones bancarias y el desdoblamiento de las acciones (división del valor nominal de los títulos para conseguir un abaratamiento de su precio) han multiplicado el valor bursátil de los bancos por encima de la media: desde el pasado mes de mayo, fecha en la que comienzan los desdoblamientos, hasta el día anterior a la operación del Santander, la banca había subido en Bolsa alrededor de un 60% (el BBV era la entidad mejor tratada, con una revalorización superior al 90%), mientras que el conjunto del mercado subía un 34%.

Además de la hipotética reacción del Banco Bilbao Vizcaya, las miradas se posan a partir de ahora en bancos más pasivos, como el Central Hispano, o -sobre todo- el Popular (el más rentable), además de las cajas de ahorro. Recobran vigencia las palabras del gobernador del Banco de España, en la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados, apenas hace un trimestre, con las que Luis Ángel Rojo estableció una especie de reglas básicas de juego: el euro abre la vía a un inevitable proceso de concentraciones bancarias; la fusión es más conveniente aún en las cajas de ahorro, la mayor parte de las cuales no tiene la dimensión suficente para afrontar las fortísimas inversiones tecnológicas necesarias para la competencia; es preciso que el Gobierno y el Banco de España permanezcan neutrales en esta tendencia.

Por otra parte, ¿hay alguien que pueda descartar movimientos añadidos por parte del Grupo Santander? Está demostrado que la única fidelidad de Emilio Botín es con la rentabilidad. Y quien da primero da dos veces.

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