Europa, el placer y la moral
Los 140.000 cazadores que se manifestaron el domingo pasado en París y los 20.000 belgas que ocuparon ese mismo día las calles de Bruselas nos descubren uno de los aspectos más frágiles de las sociedades contemporáneas: la perplejidad axiológica, la ambigüedad moral. La vigencia simultánea de tantos referentes morales y el reconocimiento unánime del pluralismo ético nos instala en una vacilante indeterminación, sin un marco superior de principios y pautas al que poder remitirnos. Las reivindicaciones de los cazadores que pedían en los bulevares parisinos la cabeza de su ministra del Medio Ambiente y que atacaban a la tecnocracia europea por prohibir la caza de aves migratorias y por imponer la defensa de los espacios naturales de la directiva Natura 2000 son puntos de convergencia cultural en los que coincidían comunistas, militantes del Frente Nacional y una parte de la nobleza de provincias, incluyendo a un hijo del conde de París. Su contenido responde al credo de una cierta ruralidad popular y al de un conjunto de tradiciones locales, y tiene, desde ese prisma, plena legitimidad tanto en su vertiente de disfrute / placer como en la de código de conductas. Pero esa legitimidad sectorial la ideología que en ella subyace ¿son compatibles con sus respectivas opciones políticas y el tipo de sociedad al que ellas reenvían? Las prácticas que conllevan ¿pueden generalizarse y convertirse en comportamientos de masa, que es lo propio de nuestro tiempo, sin grave deterioro para el medio natural en el que se ejercitan? ¿Cómo conciliar esa libertad cinegética local y sus ideales con los ideales de la Europa ecológica global?La movilización de 20.000 personas para protestar contra la incuria de una justicia incapaz de reaccionar con eficacia frente a los desmanes de la pedofilia, contradicen la permanente incentivación al placer en todas sus formas de: que somos objeto y protagonistas. El individualismo narcisista de los años noventa, el hedonismo blando, eje central de la posmodernidad, constituyen al placer en vector del progresismo cultural. Éste es nuestro credo. La mercantilización del sexo que acompaña la liberación sexual desde sus inicios es una maquinaria imparable de propulsión del placer que gracias a la expansión masiva de la pornografía se convierte en un importantísimo sector de servicios, cuyo volumen de negocios, excluyendo el comercio sexual in vivo y limitándolo a los vídeos, espectáculos, accesorios, emisiones por cable, shows, etcétera, se acerca a los 9.000 millones de dólares anuales. Larry Flint, el rey del porno, que era ya un respetado hombre de negocios, ha sido glorificado como un incansable luchador por las libertades por Milos Forman. Conscientes de la capacidad legitimadora de la industria del sexo (lucha contra la represión moralista, solidaridad con las minorías sexuales), las mafías rusa y de los países del este de Europa la han asociado al tráfico de drogas y al negocio de las armas. Pero donde la contradicción entre hedonismo I pornobusiness y puritanismo retrógrado / defensa de la dignidad humana es más radical e inextricable es en Internet.
Cada verano, las revistas y semanarios, especialmente los femeninos, nos lanzan a la Olimpiada del placer. El pasado mes de julio, en Francia, ocho publicaciones para el gran público -no amarillistas ni pornográficas- nos recordaban el deber del placer -"para estar sano haga bien el amor", "haced renacer el placer", etcétera-. Hoy mismo he descubierto en la revista de vanguardia Techniart un vibrante artículo en favor de la transgresión sexual, anunciado en estos términos: sexys, menores, creadoras, las bebés de la calle asaltan nuestras vidas. ¿Exaltación de la pedofilia, provocación artística o un paso más en la transformación de las costumbres? A falta de respuestas, no callemos las preguntas.
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