La energía del agua
Esperanza y recelos tras el anuncio de dos científicos españoles
"Felicidades" y "¿Cuándo publicáis?" son las expresiones que más escuchan estos días Antonio Cervilla, de 50 años, y Elisa Llopis, de 42, por los pasillos del campus de la Universidad de Valencia en Burjasot. El salto a la fama de estos investigadores, heterodoxo para el mundo científico, al anunciar en conferencia de prensa que han encontrado un método para obtener energía barata extrayendo hidrógeno del agua, hace que, junto a la alegría por la popularidad de unos compañeros, existan recelos entre sus colegas. Las razones: la falta de información sobre un supuesto hallazgo sensacional y el método elegido para el anuncio, que se salta el habitual proceso de evaluación por colegas y publicación en una revista científica.
Cervilla asegura que ha sido la universidad la que ha decidido saltar a la palestra con el tema. Los responsables del Instituto de Ciencias de Materiales de la universidad, en el que trabajan Cervilla y Llopis, confirman que existía el temor de que alguien llegara a apropiarse del hallazgo, dado que los experimentos se han hecho de forma abierta y se ha pedido la cooperación de especialistas ajenos al equipo.
Ahora habrá que esperar dos meses para la patente de los elementos del proceso, y sólo entonces Cervilla y Llopis se plantearán enviar un artículo a alguna revista internacional. Todos están de acuerdo en que el hallazgo permanecerá en el limbo hasta que que la publicación permita a otros científicos reproducir el proceso, la única forma de que sea aceptado.
Además, quedan por realizar pruebas y medidas muy importantes para saber qué es lo que se ha descubierto y cuál puede ser su importancia.
Cervilla y Llopis llevan muchos años trabajando con el molibdeno, un metal que desempeña un papel esencial en la actividad catalítica de muchas enzimas, actuando como un motor para el flujo de los electrones. Encabezan un proyecto financiado por el Plan Nacional de Investigación que consiste precisamente en reproducir la parte activa de las enzimas cuyo sustrato es el molibdeno. Fue durante estas investigaciones cuando observaron que determinado compuesto de molibdeno parecía descomponer por sí solo, y sin inyectar energía, el agua en hidrógeno y oxígeno.
En un campo de tanto futuro, como éste, ya que sería energía limpia y renovable, las principales líneas de investigación pasan por descomponer el agua por electrolisis con energía eléctrica generada a partir del Sol y por el perfeccionamiento de las células de combustible para obtener electricidad del hidrógeno para mover motores.
Un proceso rentable a temperatura y presión ambientales para obtener hidrógeno sin electrolisis sería algo nuevo.
El pasado martes, Cervilla y Llopis pusieron en marcha el experimento básico en el laboratorio ante una redactora y un fotógrafo de EL PAÍS: un recipiente con agua y un disolvente en el que se vierten unos polvos negros fue ligeramente agitado y calentado (sólo hasta 25 grados). A los pocos minutos empezaron a ascender burbujas por el serpentín refrigerado al que está unido. ("Si fuera vapor de agua se condensaría en el serpentín", apuntan). De ahí los gases pasaron por un detector de oxígeno y otro de hidrógeno y finalmente empezaron a ocupar una columna de agua hasta que la llenaron por completo. Eso fue todo.
Los investigadores no saben todavía muchas cosas básicas, como el rendimiento energético del proceso, de dónde exactamente sale la energía que lo mueve ni cuánto duraría el catalizador en un proceso continuo antes de degradarse, pero sí afirman que, además de descomponer agua, el catalizador descompone otros compuestos químicos con hidrógeno, "como era de esperar". Y creen que un mundo se abre ante ellos, a pesar del fantasma de la fusión fría que su anuncio ha recordado. "Aquello no se entendía, pero nadie dice que esto sea imposible", afirma Cervilla. El tiempo lo dirá.
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