Las familias de Estados Unidos tienen un tercio de su riqueza invertido en la Bolsa
Invertir en Bolsa está de moda en Estados Unidos. La buena marcha de la economía ha conseguido que los ciudadanos de este país no inviertan ya su dinero en los bienes considerados "tradicionales" (casa, cartilla de ahorro, plan de pensiones). Un 28% de la riqueza doméstica está en estos momentos invertida en los mercados de valores. Los beneficios bursátiles registrados en los últimos tres años y las perspectivas económicas a medio plazo han hecho que las cifras de inversión en acciones se hayan duplicado desde comienzos desde esta década.
Muchos ciudadano de EE UU se sienten más ricos al ver cómo sus dólares generan pronto más dólares cuando están invertidos en Bolsa. Hasta hace unos pocos años el valor de las propiedades reales de la familia media americana se medía simplemente por el tamaño de su casa. Sin embargo, las inversiones clásicas -conservadoras- representan un porcentaje decreciente en el comportamiento financiero de los americanos de a pie, que ven en las acciones una forma rápida y aparentemente segura de conservar y aumentar su dinero.En los últimos tres años la Bolsa ha propocionado un 30% de beneficio a los inversores en cada ejercicio, es decir, casi cuatro veces lo que puede considerarse una ganancia aceptable en un mercados de bonos (un 8% de beneficio significa que el dinero está bien invertido). El boom de la inversión bursátil y los rápidos beneficios que proporciona a los recién llegados ha provocado otro efecto de repercusión inmediata en las cifras macroecómicas: se invierte en Bolsa, se gana dinero y se vuelve a invertir, y eso hace que la tasa de ahorro esté bajo mínimos.
Fin del ahorro
No se ahorra, se invierte en Bolsa, es decir, se gasta. El Departamento de Comercio hizo públicas la semana pasada unas cifras ilustrativas. La tasa de ahorro de 1997 cayó al 3,7%, esto es, los estadounidenses ahorraron 3,7 dólares de cada 100 ganados. Es la cifra más baja de los últimos 58 años, y está muy lejos del 9% o 10% por ciento habituales.La última vez que las familias de EE UU se lanzaron a la Bolsa fue poco antes del crash de 1987. En esa fecha las inversiones en acciones representaban el 13% de la propiedad de una familia media, es decir, menos de la mitad de lo que se invierte ahora. A finales de la década anterior el dinero seguía depositado mayoritariamente en cuentas corrientes, cartillas de ahorro y planes de pensiones, inversiones a largo plazo de beneficios seguros pero limitados.
Los expertos bursátiles creen que la "moda" de invertir en acciones se basa en el desconocimiento del riesgo: "Hay muchas personas que ven los altos beneficios de los tres últimos años y se lanzan a comprar acciones, pero estoy seguro de que esa gente no comprende el riesgo que está corriendo su dinero", dice en el New York Times Scott L. Lummer, un intermediario de Wall Street.
Hay un precedente al fenómeno actual. En 1968 los estadounidenses llegaron a poner el 26% de sus propiedades en la Bolsa (ahora es el 28%). El marco económico era similar al de este momento: baja inflación, tipos de interes rebajados, altos beneficios empresariales y una tasa mínima de desempleo. Los analistas recuerdan qué paso entonces. El crecimiento incontenible de la Bolsa provocó una reacción repentina, que en pocos meses hizo perder al mercado el 20% de su valor. Antes de que acabara 1970 los "nuevos" inversores huyeron del mercado.
El nivel alcanzado en los últimos meses supera el de 1968, y por tanto el riesgo aumenta, porque la caída es desde mayor altura. Estemos o no cerca de un nuevo punto de inflexión, la Bolsa fascina a sus nuevos clientes con una solidez a prueba de tormentas asiáticas.
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