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Lezama

Pasado el mes de enero, estamos ya en plena temporada de presentaciones de libros. He asistido, asisto, a muchas de ellas. Se celebran en lugares varios: cafés, restaurantes, teatros, casinos, museos, estaciones de tren. Nunca pensé que asistiría a la presentación de un libro en un convento de monjas contemplativas.Luis Lezama, el cura Lezama, yo le llamo a veces el abate Lezama porque tiene algo de clérigo ilustrado de los que sostendrían una amistosa charla con el mismísimo Voltaire, presentó su libro de poesía El trigo y la cizaña en la casa de oración de las Religiosas de la Cruz, una congregación fundada en México hace un siglo.

El libro, escrito hace años y publicado ahora, lleva un prólogo del cardenal Tarancón, con frases como las siguientes: "Confundimos la defensa de la verdad con la intolerancia; la verdad con mi verdad; la caridad con la limosna humillante; la verdadera paz con el orden externo".

El cardenal confiesa no compartir del todo los "versos críticos" del libro. Lezama va más allá. Habla de Ios "custodios de una fe en la que no creen ellos mismos". En otro poema dice: "Si los míos son los tuyos, Señor, ¡qué mal apaño hemos hecho!". O titula un tercero Prohibidos los milagros. O bien escribe: "Tendremos que hacer la sociedad protectora de personas porque hay quienes aman a los perros y ladran a sus semejantes".

La presentación fue muy sencilla. Dijo unas palabras Juan Van-Halen, poeta y hoy presidente de la Asamblea de la Comunidad de Madrid. Anoté una frase: "Unamunianamente, Luis Lezama practica la duda y piensa por su cuenta". Habría podido el cura, que, desde hace años, cohonesta "la misa y la mesa", para decirlo en dos palabras, llevarnos alguno de los restaurantes que él fundó y ofrecernos el cóctel reglamentario en las buenas presentaciones de libros. No lo hizo. Terminada la presentación sucedió algo que yo no tenía anotado en mi largo registro de actos en Madrid. En la capilla asistimos a las tonificantes vísperas cantadas por las Religiosas de la Cruz.

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