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El gobernador Bush decidira sobre la ejecución hoy en Tejas de la primera mujer desde 1863

Karla Faye Tucker, de 38 años, debe morir; no hay razones para ser clemente y conmutar su condena por la de cadena perpetua. Tal fue la decisión adoptada ayer por el Consejo de Perdones y Libertades Provisionales de Tejas. La decisión fue remitida a George Bush, gobernador republicano del Estado de la Estrella Solitaria e hijo del ex presidente norteamericano del mismo nombre. Ahora sólo el Tribunal Supremo de EE UU o el gobernador Bush pueden detener la ejecución por inyección letal de Tucker, prevista para la tarde tejana de hoy (la próxima madrugada de España).

La decisión del Consejo de Perdones y Libertades Provisionales fue adoptada por aplastante mayoría. Víctor Rodríguez, su presidente, informó que 16 de los 18 miembros de ese organismo votaron en contra de la clemencia. Tucker, autora confesa del asesinato en 1983 de una pareja de Houston, había pedido la gracia argumentando que durante suestancia en el corredor de la muerte se ha convertido en una persona muy religiosa, alguien que ya no tiene nada que ver con la autora de aquellos crímenes.El destino de Tucker se convirtió ayer en la primera noticia de EE UU, desplazando al escándalo Lewinsky, que presentaba signos de evaporación. Los informativos y los talk-shows de las cadenas de televisión le daban mil vueltas al debate sobre si la condición de mujer de Tucker es razón suficiente para que se suspenda su cita con el verdugo de Tejas. "Si se cree en la pena de muerte, y yo no creo pero el gobernador Bush sí, no hay ningún motivo para evitar la ejecución de Tucker", dijo en CNN la periodista y abogado Jami Floyd.

Tejas, el Estado más entusiasta en la aplicación de la pena de muerte (el año pasado ajustició a 37 condenados, la mitad de todo el país), no ha ejecutado a ninguna mujer desde que ahorcó en 1863 a Chipita Rodríguez por el asesinato de un tratante de caballos. Desde la reinstauración por el Tribunal Supremo de este castigo en Estados Unidos, en 1976, sólo una mujer ha sido ejecutada en todo el país, mientras -que, hasta ayer, lo han sido 435 hombres. Fue Margie Velma Barfield, eliminada con una inyección letal en Carolina del Norte, en 1984, por haber envenenado a su novio.

George Bush, hijo, es, como la mayoría de sus compatriotas, un firme partidario de la pena de muerte. Desde que conquistó el gobierno de Tejas, en 1995, no ha perdonado la vida a ningún reo. Pero Bush, que es un claro aspirante a la candidatura presidencial republicana en el año 2000, tiene la posibilidad de aplazar por un mes la ejecución de Tucker. Si se inclina por la clemencia deberá anunciarlo a la prisión de Huntsville (adonde ayer fue trasladada Tucker desde la cárcel de Mountain View) antes del momento previsto para la ejecución, las 6 de la tarde hora tejana de hoy, una de la madrugada del miércoles en Madrid.

Tucker tenía 23 años cuando, según confesó durante el juicio, entró el 13 de junio de 1983 en la casa de su ex amante Jerry Lynn Dean, con la intención de robarle recambios de motocicleta. La joven, que ejercía entonces de prostituta para pagarse su adicción a las drogas, iba acompañada por su compañero del momento, Daniel Ryan Garrett, fallecido en prisión de una enfermedad del hígado en 1994. Tucker vio en la cama a Dean con una chica, Deborah Thornton, y, siempre según su testimonio, sintío un terrible ataque de celos. Cogió una piqueta y les mató a golpes, más de 20 a cada uno, mientras dormían.

"Tuve un orgasmo cada vez que les clavé la piocha", declaró Tucker durante el juicio. Ese tipo de detalles y su manifiesta falta de arrepentimiento llevaron al jurado a condenarla a muerte. Pero Tucker dice ahora que siente repugnancia por aquellos crímenes -"es la peor pesadilla de mi vida", asegura- y que ha vuelto a recuperar la fe cristiana. Hasta el punto de que se casó hace dos años con Dana Brown, un capellán de la prisión. "No tengo miedo a morir. Sé que Jesús ya está adonde voy para preparame un sitio", ha declarado sonriente en una reciente entrevista. Su conversión es el principal argumento de sus abogados y sus partidarios para que el gobernador Bush opte por la gracia. El Vaticano informó el domingo de que ha enviado una carta a Bush en la que el papa Juan Pablo II le pide "un gesto de clemencia". El Papa también pidió clemencia infructuosamente el año pasado para un hombre condenado a morir por violar y asesinar a una mujer.

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Sus detractores -la mayoría de los tejanos está a favor de la ejecución- dicen que las conversiones religiosas son frecuentes en el corredor de la muerte y no constituyen una base legítima para el perdón. "Tucker quizá haya saldado ya sus cuentas con Dios, pero todavía no lo ha hecho con la justicia humana; debe morir", dijo ayer Dianne Clements, presidente de Justicia para Todos, un grupo de Houston que defiende a las víctimas de actos criminales.

Tucker ha pedido como última comida una ensalada con aliño ranchero o italiano y plátanos y melocotones. Un portavoz del gobernador de Tejas declaró ayer que al revisar el caso, George Bush, hijo, sólo tendrá en cuenta "si hay alguna duda de que Tucker cometió los crímines y si tuvo un juicio justo".

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