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FÚTBOL 23ª JORNADA DE LIGA

Un partido que todos quieren olvidar

Un autogol de Pavlicic condena al Salamanca y festeja al Athletic

Luis Fernández desveló algunas incógnitas y ratificó algunas certezas. Entre las primeras, resolvió elevar la Copa del Rey a la categoría prioritaria, en detrimento de la Liga, aprovechando el factor emocional que conecta con la ciudadanía, sea o no futbolística. La Copa es fulgurante y para la Liga hay siempre una segunda oportunidad. Lo dijo, lo ocultó después y lo explicitó ayer en el terreno de juego mandando a corretear a buena parte de sus jugadores menos habituales. La incógnita le afecta personalmente: cada experimento le amaga un fracaso. Cambio de hombres, cambio de sistema o posiciones preludian el desconcierto y un fútbol vano. La certeza, sin embargo, aminora su responsabilidad: la plantilla del Athletic es larga en número pero difícilmente aprueba un generoso control de calidad.El Salamanca explicitó su condición de forma más luminosa, pero igualmente ineficiente. La capacidad para el peloteo de Taira y Giovanella le garantiza un porcentaje amplio de posesión del balón, un imperio estadístico que sin embargo le procura escasos beneficios. De ahí en adelante, la hambruna le persigue no sólo a su goleador Pauleta sino al resto del colectivo que tiembla fácilmente en el área.

El Athletic, desconcertado, experimentó el placer del pase atrás, abrumado por la fe que le profesa a esa jugada Nagore, convertido ayer en faro y guía del equipo. El Athletic se fue a la tiniebla, a la sucesión de retrasos para conservar el balón, en tanto el Salamanca apuntaba un criterio más ecuánime del fútbol.

El partido más que ver, se oía y eso es mal presagio en el fútbol. Se oía a los defensores vociferando entre sí, a los entrenadores corrigiendo constantemente posiciones. Y el público calla, boqueando ante la sucesión ininterrumpida de pases alterados por algún que otro voleón a la caldera. En cuarenta y cinco minutos, sólo Etxeberria y Javi González, en el Athletic, y Edu Alonso, en el Salamanca, habían hecho algo por calentar a los guardametas.

La aglomeración en el centro del campo era tan obsesiva que impedía cualquier destello de calidad que no fueran los ejercicios técnicos de Taira o alguna correría de Joseba Etxeberria más emotiva que eficaz. Era un fútbol hueco, en ambos casos: vistoso en el Salamanca y atrabiliario en el Athletic.

Y en esto salió Julen Guerrero y cambió el partido. No es que el ídolo local destellara por su juego pero cambió el público y cambió el Salamanca. El primero se enardeció, el segundo reculó y se asustó. Un par de balones bombeados en el área le hicierron ver un infierno más aparente que real. La defensa dio por vez primera indicios de inseguridad, reafirmados tras el acceso al partido de Urzaiz. Luis Fernández sustituyó a los laterales y metió kilos y centímetros al partido. Era una llamada a la épica, un recurso cada vez más habitual en el Athletic cuando todo se queda sin sentido.

Al menos el partido recobró vibraciones, y mayor querencia a las áreas aunque en el caso del Salamanca fuera para ratificar la indisposición de Pauleta con el gol. Por dos veces le dejaron sus compañeros mano a mano con Etxeberria y en ambas fracasó con estrépito. El Athletic rebuscaba en la bota de Guerrero a balón parado y en la cabeza de Etxeberria, pero en ambos casos topó con Stelea. Vista la ineficiencia generalizada Pavlicic marcó en propia puerta. Era el final más patético para el Salamanca, más generoso para el Athletic, más dantesco para el partido. Ninguno de los tres lo merecía.

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