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CRISIS EN LA CASA BLANCA

23 ciudadanos en busca de la verdad

El gran jurado tiene en sus manos el desenlace del 'escándalo Lewinsky'

La investigación sobre el escándalo que rodea al presidente Bill Clinton, encabezada por el fiscal independiente Kenneth Starr, proseguía ayer en un tribunal federal de Washington, donde un gran jurado de 23 ciudadanos escuchaba por tercer día consecutivo testimonios de diversas fuentes para determinar si hay indicios que justifiquen la convocatoria de un juicio. Starr fue autorizado ayer por un tribunal federal a investigar el caso Lewinsky y la juez encargada del caso Paula Jones determinó anoche que los abogados de esta antigua empleada del Estado de Arkansas no podrán vincularlo al de Lewinski. Jones, con esto, sufre un revés en su querella por acoso sexual contra Clinton.El miércoles por la tarde compareció el antiguo jefe de gabinete de la Casa Blanca, Leon Panetta, quien detalló la actividad en el interior de ese edificio cuando él trabajaba allí y dijo que no sabía de ningún "comportamiento impropio" por parte del presidente.

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Luego abandonó Washington con una declaración por escrito que dice: "No estoy personalmente al corriente de ninguna relación inadecuada, sexual o de otro tipo, entre este presidente y ninguna de las becarias o cualquier otra persona. Rezo para que, para el bien del presidente y de la nación, este asunto se resuelva pronto".

Los comentarios fueron bienvenidos en la Casa Blanca, donde Panetta había sido denostado por declarar el sábado que, si las acusaciones son ciertas, "lo mejor sería que Al Gore accediera a la presidencia".

Según la cadena de televisión CNN, Monica Lewinsky podría testificar que Clinton o sus abogados le sugirieron que fuera "evasiva" si alguna vez le preguntaban sobre sus relaciones con el presidente. Pero la presencia ante el gran jurado de Lewinsky, la becaria de 24 años que supuestamente tuvo relaciones sexuales con Clinton en la Casa Blanca en 1996, todavía no es segura. Sus abogados llegaron a un punto muerto en las negociaciones con el equipo del fiscal Kenneth Starr sobre la concesión de inmunidad. Lewinsky, que permanece recluida en un apartamento del edificio Watergate, no quiere ser procesada por perjurio.

La antigua becaria ha jurado que no hubo tal relación sexual, pero eso no es lo que se desprende de las infames grabaciones de Linda Tripp, conocidas la semana pasada. El ambiente ayer en todos los puntos de la actividad en Washington era de espera en tensión. A las puertas del tribunal federal, donde también se supone que declarará próximamente el abogado de Clinton Vernon Jordan y miembros del Servicio Secreto del presidente, había un campamento de unos cien periodistas.

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Quién va a declarar y cuándo es secreto absoluto (igual que la composición del gran jurado popular) y por lo tanto los camarógrafos se dedican a grabar desde una barandilla todas las entradas y salidas a la corte. "Esto es como pescar a red, a ver qué cae", reconoció un operador de televisión. "Aquí quien está intentando coger al pez gordo es Starr, pero no puede".

Los comparecientes ante el gran jurado son empleados de la Casa Blanca, personal interino y otros testigos que aportan detalles sobre el entorno de Clinton. El muy conservador Kenneth Sarr ha caído como una maldición sobre Clinton gracias a los amplios recursos económicos y humanos que conlleva su cargo, y que irónicamente endosó el propio presidente en 1994 con gran entusiasmo al firmar el acta de reinstauración de la figura del independent counsel o fiscal independiente. El cargo es ahora objeto de duras críticas: en teoría Starr fue nombrado para investigar los entresijos del asunto Whitewater, y ahora debe encontrar la forma de enlazarlo al escándalo Lewinsky. Según las últimas encuestas, la mayoría de los norteamericanos piensa que Starr persigue a Clinton por motivos políticos que sobrepasan el marco legal de su misión.

Mientras, en el complejo de apartamentos Watergate, al otro lado de la capital, la situación era parecida. Fotógrafos que llevaban cuatro días sin llevarse a la boca más que una imagen movida del abogado de Lewinsky trataban de recordar si se habían visto antes o no en el funeral de Lady Di. Nadie sabe si quiera si Lewinsky está dentro del edificio. Las entradas y salidas del mítico complejo, que está lleno de grietas y goteras, son incontables, pero la versión más probable es que Lewinsky evita salir sin una razón de fuerza mayor, usa un código para hablar por teléfono por si está pinchado por el FBI y que su chófer le hace las compras y, le sube la comida.

El abogado de Lewinsky, William Ginsburg, declaró a varios medios que su clienta siguió el discurso del estado de la Unión el martes por la noche por televisión y que, como al resto del país, le gustó mucho cómo se desenvolvió el presidente, a quien sigue considerando "un amigo".

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