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¿Quién no admira a Scotland Yard?

Soledad Gallego-Díaz

No hay probablemente otro pueblo en Europa que haya conseguido definir su imagen mejor que el británico. ¿Quién no admira a sus solemnes jueces con peluca y ropón, su Scotland Yard, su jugoso roast-beef y sus responsables maestros con traje de tweed? Lo maravilloso es que esa imagen no se deteriora ni aunque ahora se sepa que demasiados de esos jueces y policías enviaron a pudrirse a la cárcel a personas inocentes e indefensas; que la carne de vaca contiene desde hace años un terrible veneno o que, definitivamente, su sistema de enseñanza pública es, también desde hace años, uno de los peores de Europa.Sus afamados políticos se negaron a formar parte de la Comunidad Económica Europea cuando se fundó, convencidos de que podían perfectamente vivir fuera, y luego tuvieron que esperar 11 años llamando a la puerta. En Maastricht anunciaron que no formarían parte de la moneda única, seguros de que el proyecto se iría al traste o de que sólo implicaría a Alemania, Francia y el Benelux, y ahora, con la entrada del año, se dan de bruces con lo que ya casi todo el mundo sabía: que no hay quien pare ni quien aplace el euro y que, además, la moneda única arrancará al mismo tiempo en 11 países.

"Now that your are a fact, we shall deal with you" ("Ahora que son ustedes un hecho, negociaremos con ustedes"). La frase no es de ahora, sino de 1961, pero refleja una línea política que ha continuado hasta nuestros días. El anuncio del arranque del euro se hará en mayo de este año, precisamente bajo la presidencia británica, y está claro que, ahora que es un hecho, el primer ministro Tony Blair va a tener que dedicar buena parte de su tiempo a organizar las cosas para que su país pueda entrar, en un plazo relativamente corto, en el área de la moneda única .

Por el momento, ha tenido una idea original: ofrecer la creación de un "comité de gobierno" informal, en el que se sienten tanto sus ministros como los numerosos políticos conservadores que no comparten la línea euroescéptica de su propio líder, William Hague, así como representantes del Partido Liberal (tradicionalmente el más proeuropeo del Reino Unido). Personajes como los antiguos ministros de la señora Thatcher Kenneth Clarke, Michael Heseltine o Chris Patten podrían sentirse atraídos por la propuesta, aunque con ello debiliten a su joven jefe de filas (al que algunos de ellos denominan irónicamente Hague the vague).

Se trataría, según las palabras textuales de Tony Blair, de una "alianza patriótica" que ayude a preparar el camino hacia la Unión Económica y Monetaria. Pero no sólo. Sería también una alianza "de gente que cree que los valores británicos de creatividad, tolerancia, justicia y democracia pueden influenciar la forma y los objetivos de Europa. Una alianza de quienes creen que nuestra prosperidad futura puede estar determinada por el éxito de Europa. Una alianza de aquellos que son realistas cara al futuro y a los defectos de Europa, de aquellos que son favorables a una Europa reformada".

La propuesta de una "Europa reformada" puede ser muy atractiva, si, de acuerdo con la mejor tradición británica, significara realmente acentuar sus valores democráticos y tolerantes. Lástima que en la política británica pase a menudo como en los otros sectores. Una cosa es la imagen y otra la realidad. Hasta ahora, cada vez que el Reino Unido ha pedido reformas en la Unión Europea ha sido, no para acentuar la democracia en los organismos intraeuropeos, sino para boicotear los intentos de hacerla más transparente y para exigir mas liberalismo, menos gasto público, menos prestaciones sociales y menos regulación del mercado laboral. Nada indica que la nueva "alianza patriótica" de Blair pretenda, en el fondo, otra cosa.

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