Primarias en el PSOE
SI SE trata de poner pegas, no es difícil encontrar argumentos contra la utilidad u oportunidad de la propuesta socialista de introducir elecciones primarias para la designación de sus candidatos a alcaldes, presidentes autonómicos y del Gobierno. El secretario general, Joaquín Almunia, declaró ayer que el objetivo es favorecer una mayor identificación de los electores con sus candidatos. Siempre podrá argumentarse que, si se trata de eso, la propuesta se queda corta, porque sólo participarían los afiliados, no los votantes. O, alternativamente, que resulta desestabilizadora sin un beneficio claro. Sin embargo, sólo la experiencia de su aplicación permitirá corregir los eventuales efectos perniciosos señalados por los críticos.La falta de mecanismos de participación directa de los afiliados en la designación de los candidatos ha sido tradicionalmente aprovechada por los aparatos de los partidos para monopolizar o controlar la elaboración de las candidaturas y excluir a los disidentes. Como forma de responder a ese problema, el 34º Congreso del PSOE aprobó en junio una propuesta general de mayor participación que debía desarrollarse en un reglamento. Es lo que se discute ahora.
La expresión primarias se asocia al sistema norteamericano de designación en los Estados de la Unión de los delegados que elegirán en las convenciones a los candidatos presidenciales de los partidos. La ley garantiza la posibilidad de participación del conjunto de simpatizantes, previa inscripción en un registro. Pero se trata de un sistema de partidos sin afiliados. En Europa, donde los partidos tienen una naturaleza diferente, los ensayos realizados hasta el momento limitan la participación a los militantes.
En el caso del PSOE, partido a la búsqueda de temas de diferenciación con el PP, la propuesta puede considerarse como parte del esfuerzo por acreditar una voluntad de cambio de estilo: de democratización interna y renovación del personal. Hasta el momento, la única propuesta contra los riesgos de la excesiva profesionalización de la política -asunto sobre el que los ciudadanos son hoy muy sensibles- había sido el compromiso personal de Aznar de no permanecer más de dos legislaturas en la presidencia. Los socialistas son conscientes de que para presentar un día propuestas legales tendentes a reforzar la democracia interna de los partidos deben empezar por aplicárselas a sí mismos.
Lo que se pensó inicialmente sólo para los candidatos a alcaldes ha acabado extendiéndose a todos los ámbitos, lo que demuestra que existía una demanda interna de mayor participación. Pero algunas voces han alertado sobre ciertos riesgos de la iniciativa: dar la impresión de que lo importante son las batallas internas, polarizar la organización en una subasta demagógica, estimular artificialmente un clima de enfrentamiento, lastrar al candidato con el rechazo de quienes no le votaron en las primarias...
No son objeciones imaginarias, y de ahí algunas de las cautelas planteadas por la secretaría de organización. Las principales son la no celebración de votación interna cuando hay un solo candidato, para evitar votos de castigo, y la exigencia de un umbral mínimo de firmas de afiliados o de votos en los órganos correspondientes para ser designado, a fin de evitar la proliferación de candidaturas. Pero persisten las dudas sobre la forma concreta como se desarrollará la campaña interna. Por ejemplo, si los candidatos podrán plantear programas alternativos o todos ellos deberán atenerse al aprobado en el congreso correspondiente.
Toda innovación plantea problemas e implica algún riesgo. Con prudencia, el PSOE debería avanzar en la línea de renovación iniciada en junio. Entre otras cosas, porque no tiene alternativa. Para ello tiene que ser capaz de presentar, especialmente ante la juventud, ofertas más atractivas de participación en la vida política, interna y externa. Y a esa necesidad responde la propuesta de elecciones primarias.
