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Reportaje:

Cuando Chueca dirigía el carnaval

El teatro de la Zarzuela, que inicia el viernes una nueva etapa, acogió en sus 143 años desde capeas a lucha libre

Antonio Jiménez Barca

La historia del viejo teatro de la Zarzuela nació encima de un garaje hace 142 años. Un grupo de compositores, entre los que se encontraba Barbieri, echó el ojo a un solar próximo a la calle de Alcalá, a la altura de lo que hoy es el Círculo de Bellas Artes. Por aquella época, lo ocupaba un reparador de coches de caballos. Pero el sitio era más o menos céntrico y encajaba para el objetivo del grupo:construir un nuevo teatro en el que representar sus, propias obras y que se ocupara de un género, la zarzuela que en aquellos días tenía el mismo tirón que hoy la película Titanic. Pidieron dinero al hombre fuerte del momento, el marqués de Salamanca, pero éste puso unas condiciones de atracador; acudieron a otro banquero menos banquero, y la cosa funcionó. No se sabe qué pasó con el mecánico del garaje, pero el caso es que ocho meses después, el día del cumpleaños de la reina Isabel II, el 10 de octubre de 1856, se inauguraba, en la calle de Jovellanos, el nuevo teatro. La celeridad en la construcción inspiró no pocas desconfianzas entre el público. Debió de pensar que aquello que se había levantado tan rápidamente podría venirse abajo más rápidamente todavía. El Gobierno medió en el asunto y en un artículo de periódico declaró, oficialmente, que el teatro no se desplomaría. Ya todos tranquilos, empezó el espectáculo.

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Se estrenaron durante años zarzuelas, operetas, ópera, se compitió con el enemigo, el teatro Apolo, situado en lo que hoy es la central del Banco Bilbao Vizcaya, en la calle de Alcalá. Pero a finales de siglo, los madrileños empezaron a aburrirse de unas zarzuelas que duraban más de dos horas. Y nació el género chico, llamado así no porque se considere menor sino porque dura menos, que no es lo mismo. Pertenecen a este tipo Agua, azucarillos y aguardiente o La puerta de Alcalá, por ejemplo. La costumbre consistía en que el público pagara por horas. Cuando se acababa el tiempo abonado, se largaba. En el escenario se representaban zarzuelas ininterrumpidamente toda la tarde y buena parte de la noche. Es decir, un sistema parecido al empleado en los cines de sesión continua.

Los teatros de entonces no servían sólo para lo que hoy sirve un teatro, faltaría más. Sin ir más lejos, en carnavales alojaba los bailes de máscaras. Federico Chueca, uno de los autores de La Gran Vía, dirigió la orquesta que amenizó una de estas celebraciones. Sabían divertirse nuestros tatarabuelos: hay constancia de un concejal que, tras entrar en un baile de éstos, mandó a su cochero recogerle no antes de las seis de la mañana. Pero también sirvió el teatro de la Zarzuela para lo que hoy sirven muchos teatros: para proyectar películas de cine. En la calle de Jovellanos se pagó por primera vez en Madrid por una sesión de cinematógrafo, el 26 de septiembre de 1896.

Un mes y trece años después, la señora de la limpieza entra una mañana y descubre que el edificio arde. Emilio García Carretero, uno de los tenores habituales del teatro y estudioso del lugar en el que trabaja, ha recogido en un minucioso libro, aún no publicado, la historia del incendio y del teatro entero. Escribe el detallista tenor que en aquella desgracia murió la mujer del portero. Y le asalta la duda a este artista, una de las personas que más sabe del teatro de la Zarzuela: "Nunca entenderé por qué ni el portero ni su mujer ni sus cinco hijos, que vivían dentro, no se enteraron y tuvo que ser la señora de la limpieza la que les avisara". Enigma hasta ahora irresoluble.

Cuatro años después del incendio, el teatro, que quedó completamente destruido, se pone de nuevo en pie. Y empieza otra época, en la que lo mismo acoge óperas que combates de lucha grecorromana. Hasta hubo tardes en las que se arrancaron las butacas y se soltaron becerros.Cada empresario nuevo traía sus ideas y las ponía en práctica. Algunas muy buenas: en este teatro cantó por primera vez Alfredo Kraus, y debutó en Madrid Lola Flores, a la que, por cierto, no hicieron mucho caso los críticos al principio. Hubo varias rehabilitaciones, pero pocos cierres. El próximo viernes, tras la última puesta a punto del teatro que nació en una cochera, se representará La Gran Vía: la zarzuela musicada por Chueca, el que dirigía la orquesta en los bailes de máscaras.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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