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FÚTBOL: 21ª JORNADA DE LIGA

El Atlético, se deshace

El Valladolid desnudó sin grandes alardes al equipo rojiblanco

Al Atlético no le queda fútbol. Tampoco ilusión. Ni fe. Hoy por hoy es un equipo roto, dejado de la mano de Dios. El Valladolid no hizo mucho más. Sólo jugó a no perder, pero se encontró los tres puntos. El Atlético está decididamente enfermo: no funciona como conjunto, sus individualidades han perdido toda la chispa y el entrenador se ha quedado sin soluciones.Una desgana preocupante marcó el arranque del Atlético. Entraron los rojiblancos al partido sin meterse en él, como quedándose al margen. Algunos jugadores se quitaron del medio sin rubor alguno, soltando la pelota de mala manera en cuanto ésta les llegaba. Cuando les llegaba nítidamente, claro, que si les venía un tanto dividida, simplemente acudían a su encuentro anunciando la derrota, brindándosela en bandeja al rival. Sólo Juninho buscaba el balón. Y viceversa: el único esfuerzo que hacían sus compañeros por encontrarle una salida al balón era dejárselo al brasileño. Pero el regate de Juninho -y eso que esta vez buscó varias zonas, no sólo el centro, para tirar sus eslalons- no era suficiente.

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El Valladolid no lo hizo mucho mejor. Salió con miedo, repleto de precauciones. Con mucho orden, muy juntas las dos primeras líneas y concentrándose en atascar al Atlético. Sus opciones ofensivas las confiaron en exclusiva a Eusebio, cuyos precisos desplazamientos largos siempre trataban de conectar con Peternac y Víctor, aislados en la otra punta del campo. Andrei, éste sí muy centrado, se bastó para invalidar la fórmula enemiga.

La reunión era pobre, aburrida, mal jugada. El Atlético andaba mentalmente fuera de Zorrilla; y el Valladolid, que sí estaba metido, no enseñaba demasiada ambición. A la media hora, el partido se vio sobresaltado de forma inesperada: Eusebio lanzó uno de sus envíos lejanos y Peternac fue a su encuentro sin demasiadas esperanzas. Todo favorecía a Santi, pero el central rojiblanco falló con estrépito. Ignoró la salida de Molina -¡como si fueran nuevos los movimientos del guardameta en estos balones!- y cabeceó hacia la puerta. El balón, pese a la carrera desesperada de Santi, se alojó en la red.

Fue el 1 -0 lo que animó algo la noche. Despertó ligeramente al Atlético, herido en su orgullo. Y se creció el Valladolid. Pesó más lo primero. Se asociaron un par de veces Juninho y Kiko, y la defensa local enseñó sus limitaciones, que son muchas. En una de esas conexiones, Juninho adivinó un desmarque de Kiko y éste resolvió con tanta calidad como rabia.

Luego, llegó la lesión de Bogdanovic y su relevo por José Mari, el descanso y la entrada de Lardín por un inoperante Paunovic. El Valladolid no movió ficha, pero el panorama lo mejoró. El equipo se quitó de encima el conservadurismo y Eusebio decidió coger el cetro. La contienda quedó a los pies del veterano futbolista pucelano, que empezó a desnudar el cada vez más inseguro montaje defensivo del Atlético. Fue Eusebio, cómo no, el que fabricó la jugada que precedió al penalti del 2-1. Una acción, eso sí, controvertida y con pinta de injusta.

Con el marcador de nuevo en contra, Antic se la jugó. Retiró a Geli, dio entrada a Pantic y modificó el dibujo: dejó a Kiko como último delantero, y a Caminero, como segundo; regaló las bandas a José Mari y Lardín, y alternó a Juninho y Pantic para la construcción de la jugada. La medida no funcionó. Aunque Lardín mandó un tiro al palo y las llegadas alborotadas de los rojiblancos se sucedieron, el Atlético no logró enderezar el rumbo.

Al final, el Atlético salió del estadio de Zorrilla, un escenario históricamente bendito para sus intereses, con una derrota del todo dolorosa. El equipo se ha roto. No le queda un gramo de fútbol ni de ánimo. Su cuesta abajo es decididamente alarmante.

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