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La mujer y el mayordomo acusados de matar al marido se enfrentan a 58 años de cárcel

, La Audiencia de Madrid ha fíjado para hoy el juicio por el crimen del acaudalado empresario madrileño Fermín Canales, de 60 años, del que están acusados su chófer y hombre de confianza, y la esposa del muerto. Según el fiscal, ambos tramaron un plan: matarle y repartirse parte del patrimonio, cifrado en unos mil millones. El relato del fiscal sobre este crimen, ocurrido en un piso de la calle de Quintana en febrero de 1995, parecería extraído de la ficción si no es porque su autor es el ministerio fiscal, y en él pide para ambos -por asesinato- un total de 58 años de cárcel.

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"Miedo insuperable"

El tribunal ha citado para el juicio, que durará casi dos semanas, a varias decenas de testigos, entre ellos una vidente a la ,que solía acudir la esposa del empresario para que le vaticinara el futuro y le orientara sobre sus florecientes negocios.Los dos procesados por este asesinato son Florencio Giménez -chófer, guardaespaldas y hombre de absoluta confianza de la víctima- y Sara Sierra, esposa del fallecido. Fermín y Sara se habían desposado en segundas nupcias apenas un año antes del crimen, ocurrido el 28 de febrero de 1995. Él tenía tres hijos de su anterior matrimonio, y ella, dos.

El presunto autor material del crimen, Florencio, hombre de oscuro pasado y con antecedentes penales, conoció al matrimonio en el portal de casa, cuatro meses antes del crimen. Teóricamente fue un encuentro casual: les preguntó si conocían algún piso para alquilar en la zona, a pesar de que en ese lugar los inmuebles son muy caros y él no tenía ni un duro. Fuentes de las partes aseguran que el encuentro fue buscado. y que Florencio, conocedor por terceras personas de los gustos y apetencias del matrimonio, les cautivó con su locuacidad para sacar provecho.

Lo cierto es que cayó a la pareja fabulosamente y en cuestión de días se convirtió en el hombre de confianza de él y de ella, 11 años más joven que su esposo. La amistad llegó al extremo de que ni Fermín ni Sara movían un solo papel referido a dinero sin antes pedirle parecer a Florencio. Le pusieron un suculento sueldo y muy pronto se convirtió para ambos en una especie de consejero, secretario, chófer, mayordomo... incluso en la persona que compartía mantel con ellos. No tardó en ponerse al tanto de los entresjos del principal negocio del matrimonio, la próspera empresa Plásticos El Pilar, con 120 nóminas mensuales.

Pasaron las semanas (corría finales de 1994) y las relaciones en el matrimonio comenzaron a ir mal. "Ella comenzó a recelar de Fermín", señala el fiscal en su escrito de acusación. Las desavenencias", agrega, "se debían a la gestión de la fortuna de ambos y al tipo de vida que llevaba Fermín". Según el fiscal, fue entonces cuando comenzó a rondar por la cabeza de Sara la idea de acabar "con la vida de Fermín" y quedarse, .por vía hereditaria, la parte de fortuna que "legalmente le correspondiese". Sara contó su plan a Florencio.

La confianza de Fermín en Florencio también comenzó a decrecer en la misma proporción en que aumentaba entre Sara y Florencio. Explica el fiscal: "La confianza entre los hombres se fue deteriorando en los primeros meses de 1995, ante lo cual, el procesado, molesto asimismo por el trato que Fermín dispensaba a Sara, se mostró receptivo al plan urdido por ella de dar muerte a Canales en el momento más idóneo".

El 1 de marzo de 1995 fue la fecha escogida para el crimen, siempre según el escrito del fiscal. Ese día, tras el almuerzo, Fermín se retiró para echar una siesta. Ella le vio dormido y, a través del busca, avisó a Florencio para que fuese a casa. Le comunicó qué el momento planeado había llegado.

Cuando Florencio llegó a la lujosa vivienda, sobre las seis de la tarde, Fermín dormía profundamente. El acusado, provisto de un martillo, se acercó a la cabecera de la cama y le machacó el cráneo. Cinco golpes fuertes y secos. Luego, para asegurarse la muerte, le asfixió con la almohada y le quitó el Rólex de oro de su muñeca para aparentar que todo había sido fruto de un atraco. Sara y Florencio salieron por separado de la casa, y a escondidas. Sobre las once de la noche, los vecinos del inmueble escucharon a Sara gritar y pedir socorro. Luego comentó a la policía que acababa de regresar de un viaje de cuatro días y que había encontrado muerto a su marido. "Alguien ha entrado a robar y..", repetía.

La policía, extrañada, vio que sólo faltaba el Rólex, pero todo lo demás estaba intacto. Al día siguiente, el chófer y la viuda estuvieron en el funeral. Las sospechas policiales saltaron poco después, cuando el portero del inmueble confesó, que la misma tarde del óbito había visto a Sara salir de casa.

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