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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más humor ternurista

¿Por qué duran tanto las telecomedias españolas? Mientras una comedia de situación británica o norteamericana dura 25 minutos, las nuestras, con más de una hora de metraje, llegan a hacerse inacabables. O, por lo menos, a mí se me hacen inacabables, ya que su éxito entre la audiencia demuestra que sus responsables van por el buen camino. ¿En qué consiste ese buen camino? Básicamente, en el trazado por éxitos de público incontestables como Farmacia de guardia o Médico de familia, largas sagas de humor familiar en las que se tocan todos los palos y en las que ocupa un papel fundamental el ternurismo más azucarado.Por esa misma senda se interna la serie Manos a la obra (estrenada el pasado jueves, en Antena 3, a las 21.30, con casi cinco millones de espectadores), nueva producción de la un tanto apolillada factoría Escrivá, en la que se narran las andanzas cotidianas de una pareja de currantes que nos recuerdan a aquellos Pepe Gotera y Otilio que se inventó hace años el dibujante de tebeos Francisco Ibáñez.

Manolo (Angel de Andrés López) y Benito (Carlos Iglesias) son dos albañiles un tanto chapuceros. Manolo tiene una mujer insoportable y un hijo adolescente. Benito vive con su madre y está enamorado de una profesora de aeróbic (Silvia Marsó) que vive con su hijo de pocos años y su padre, un jubilado que toca el saxofón y que parece estar enamorado de la madre de Benito. El tono del primer episodio alternaba el humor (no muy efectivo para quien esto escribe, pero probablemente eficaz para los seguidores de El Fary y de Emilio Aragón) con las notas de interés humano (centradas en la relación de Benito con la joven mamá y su retoño, que podría inspirarse en la de William Hurt y Geena Davis en El turista accidental, pero no lo hace). Como de costumbre, el desmesurado metraje convierte la hora y pico de la trama en una acumulación de gracias y ternurismos en los que se pierde la efectividad propia de las comedias de situación: basta revisar cualquier episodio de Los Roper para comprobar que una buena sitcom se basta y se sobra con una idea por episodio. En el primero de Manos a la obra había muchas y dispersas.

Si Los ladrones van a La Oficina se salvaba por su plantel de excelentes intérpretes, aquí pasa un poco lo mismo. Ángel de Andrés López y Carlos Iglesias (Pepelu) son dos comediantes eficaces y graciosos... cuando tienen un guión decente en el que apoyarse, lo que no es el caso.

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