Contexto
En una iglesia de Roma fue detenido un turista que en vez de rezar estaba examinando con una lupa el cuadro de una virgen de Tiziano. Le tomaron por un ladrón. En el Museo del Prado, un guardia de seguridad se llevó a rastras a una señora que se había postrado ante una virgen de Murillo para pedirle favores. Creyeron que estaba loca. Al inicio de su mandato, Felipe González cometió un grave error de situación: navegó en el yate Azor sin quitarse la corbata. Hace unos días, el presidente Aznar ha perpetrado un acto parecido: ha paseado a su perro de lanas por la nieve de la alta montaña. La inteligencia es un contexto: consiste en saber en qué lugar exacto se encuentra uno en un momento determinado. Tengo un amigo que suele emborracharse todas las tardes. Su mujer le ha regalado un móvil para que cada hora le comunique su latitud, el nombre del bar y el número de la calle donde se halla bebiendo, como si se tratara de un marinero a la deriva en la navegación de la ciudad. Lo hace sólo para que puedan mandarle la lancha de salvamento si no sabe volver a puerto. En los tres primeros días de 1998 ya he incumplido todos los propósitos que me hice para navegar este año. No he releído nada de Virgilio todavía; en cambio, sigo comiendo pistachos y he discutido con un taxista cabreado que oía una tertulia de la radio y encima llevaba un mondadientes en la boca. Probablemente tampoco cumpliré la promesa de no perder el tiempo con más pelmazos, ya que esta aspiración tiene una grave contrapartida: si uno es muy selectivo, pronto verá idiotas por todas partes, hasta quedar a solas consigo, y puede que al final descubra que uno es su propio pelmazo. Hay que rebajar los humos. Desde mis profundas convicciones, todas arraigadas en la duda para este año de 1998, me conformo con saber en qué bar, iglesia o museo me encuentro en cada instante, y una vez situado me daré por satisfecho si no confundo el éxito con el talento, si conservo la lucidez para no molestar demasiado a mi perro y ponerme bien la corbata.
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