Guerra religiosa en Belén
Católicos, ortodoxos y armenios disputan el cuidado de los santos lugares
Belén no es una tierra de paz. En realidad nunca lo ha sido. Los centenares de peregrinos que se han reunido en esta ciudad durante estas fiestas no pudieron contemplar la estrella de la Navidad. Tampoco la vieron las autoridades que llenaban el templo de la Natividad participando, como todos los años, en la misa del Gallo de Nochebuena. El problema ya no es entre palestinos e israelíes, sino entre las tres comunidades cristianas dedicadas al cuidado y mantenimiento de los llamados santos lugares."Belén es un campo de batalla que nada tiene que ver con el ecumenismo religioso que propugnamos desde hace años en Europa. Aquí el ecumenismo es una utopía'', opina el padre Justo Artaraz, un religioso vasco de 67 años de edad, natural de la aldea de Zeauni, situada a poco menos de una treintena de kilómetros de Bilbao. Vive en Belén desde hace casi medio siglo, donde ejerce su labor apostólica como responsable de la comunidad de frailes franciscanos encargados de custodiar el lugar donde según la tradición estuvo el pesebre en el que nació el Niño Jesús.
El padre Artaraz comenta con tristeza las difíciles relaciones que desde hace años mantienen en Belén las diferentes congregaciones religiosas, como los representantes de la Iglesia católica con los de la comunidad ortodoxa griega. Son los dos principales responsables de la custodia de estos lugares, según el estatuto firmado en 1757.
"Cualquier reparación que deba hacerse en el templo de la Natividad, que son ya muchas, requiere una negociación previa entre las dos comunidades religiosas. Es imposible ponerse de acuerdo. Los ortodoxos griegos dicen que la Iglesia es suya y no admiten en la parte de su templo ninguna injerencia. En los últimos tiempos parecen mostrarse mucho más dispuestos a cualquier tipo de colaboración, sobre todo cuando se habla del año 2000 y aseguran querer renovar y embellecer el templo. Pero por ahora sólo son palabras", recalca el padre Artaraz en el claustro de la Iglesia.
La ausencia de diálogo entre las tres comunidades religiosas -católicos, ortodoxos griegos y armenios que guardan el lugar del Nacimiento se puso de manifiesto con toda su violencia hace poco menos de 15 años, cuando los miembros de la Iglesia armenia y griega se enzarzaron en una pelea con palos y cadenas, a raíz del comportamiento de uno de los sacristanes, que al barrer el interior del templo tuvo la torpeza de arrojar el polvo acumulado en el suelo sobre la escalera de su vecino, por la que se desciende a la santa cueva.
"Las cosas no han mejorado. Los sacristanes tratan siempre de ponerse de acuerdo sobre los temas domésticos, pero cuando no lo consiguen el conflicto asciende por la escala jerárquica hasta los máximos responsables", afirma Justo Artaraz, que evoca los permanentes recelos y ataques de los griegos contra la comunidad católica. El padre Artaraz resalta también las amenazas de excomunión a los fieles.
La falta de comunicación y de diálogo se hace también palpable en el exterior. En medio de la plaza se pueden escuchar nítidamente las palabras del muecín de Una mezquita cercana que lee, a través de los altavoces, unos escogidos versículos del Corán, en los que hace una clara referencia a los infieles cristianos y a los enemigos del islam. De esta forma se traslada hasta la ciudad santa el recuerdo de un enfrentamiento y una guerra religiosa que nunca han desaparecido.
"La aparición del fanatismo religioso islamista en Belén es un fenómeno relativamente nuevo. Eso está impulsando a más de una familia de cristianos viejos a abandonar el lugar para buscar refugio en cualquiera de las repúblicas latinoamericanas", explica un estudioso de las migraciones de la ciudad, mientras recalca que a estas razones religiosas se le deben añadir los motivos estrictamente económicos.
Los últimos en partir son un grupo de una veintena de cristianos que han decidido emigrar a Honduras, muy cerca de donde se han establecido en los últimos años otras comunidades de oriundos de la misma ciudad. Traducido en cifras, la comunidad cristiana de Belén se ha reducido en los últimos 40 años en más de un 60%.
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