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"Los nacionalistas harán desaparecer España si PSOE y el PP no lo impiden"

Aguanta aunque lleva tiempo nadando contra corriente, quizás con la esperanza de que las aguas no le pasen del cuello, de que vuelvan a su cauce y de que el Partido Popular vuelva a ser lo que era. Pero, hoy por hoy, Aleix Vidal Quadras se ha quedado solo en la trinchera del antipujolismo virulento. Como el comunista del cuento, tachado de "desviacionista" por mantener la ortodoxia mientras los demás cambiaban súbitamente de posición.

Reconoce que su casi secreta militancia de seis meses en las filas de Unió Democrática le vacunaron contra el nacionalismo "para toda la vida", y que se siente a gusto dentro de su piel, como proscrito de lujo, inteligente y mordaz, convencido, según asegura, de que sus ideas antinación alistas las comparte "el noventa por ciento de los españoles, tirando por lo bajo". Un velo de ironía, cruel e inteligente, convierte la conversación en un peligroso laberinto de ingenuas afirmaciones de ortodoxia plagadas de doble sentido. Lástima que, en la traslación a la escritura, no puede escucharse, aunque sí sentirse, el tono de la voz. Pregunta. ¿Es usted un experto en nadar contra corriente? Respuesta. No sé, no sé... Se ven por ahí muchos políticos a los que preocupa demasiado el sentido de la corriente... Y lo importante es saber dónde se quiere ir. Porque si se olvida adónde se quiere ir , y por qué, al final, la corriente termina por arrastrarle a uno. Y uno tiene la impresión de que el lugar adonde le arrastra a uno la corriente puede ser muy peligroso... P. ¿Usted diría que su partido, y concretamente el Gobierno, está sometido a esa servidumbre del cambio de discurso? R. No creo, ni he percibido que haya, dentro de mi partido, un cambio de discurso. Lo que hay es un silenciamiento del discurso, eso sí... El Gobierno se ha concentrado en resolver un problema inmediato, que es la entrada en la Unión Europea y todo lo que eso comporta, y ha aparcado ciertas cuestiones de orden conceptual o doctrinal, sobre todo en lo que se refiere a la idea de España como nación. P. Pero ese cambio de discurso, ¿no está afectando a lo que es la definición ideológica esencial del Partido Popular? R. No hay un cambio, insisto. Hay un silencio ideológico. P. ¿Y cuánto tiempo cree usted que el PP va a mantener ese silencio ideológico respecto a un proyecto político nacional? R. Creo que, una vez superado el objetivo de la Unión Monetaria Europea y consolidado el bienestar económico, las cosas' deberían reorientarse... Si en las próximas elecciones generales el Partido Popular gana con una, mayoría sólida que le permita gobernar cómodamente, sin depender, como ahora, de forma tan crucial de los nacionalistas, creo que estaríamos a tiempo de poder impulsar un gran proyecto nacional español que supere esos particularismos divisivos. Pero si en las próximas elecciones generales se repitiera el resultado incómodo del 3 de marzo de 1996, otra legislatura más así, sometidos a los nacionalistas, ya sería motivo de seria inquietud. P. ¿Por qué? R. Porque, en la medida en que sólo se oye el discurso nacionalista, en la medida en que sólo los nacionalistas propagan su doctrina y su concepción de España como no España, eso implica la negación de España. P. ¿Usted cree que si, por razones de comodidad parlamentaria, el PP persistiera en su alianza con los nacionalistas, podría poner en peligro la propia supervivencia de un proyecto. nacional? ¿No se derivaría de esa estrategia una grave responsabilidad política? R. Bueno, a mí me parece importante aclarar, en primer lugar, que cuando yo hablo de la idea de España que debe mantener el PP no estoy hablando de una idea partidista, sino de una idea que puedan compartir la derecha y la izquierda democráticas y que, de hecho, han compartido históricamente. Me refiero a España entendida como marco de libertades, de respeto a los derechos individuales, de patriotismo cívico, de cultivo de las virtudes cívicas, de dignidad e igualdad de todos los españoles, protegidos por leyes justas e instituciones sólidas. Todo lo contrario a una España entendida como identidad tribal; es decir, un proyecto de España totalmente opuesto al que nacionalistas catalanes y vascos tienen de sus respectivas naciones. Es verdad que nuestro proyecto de España, está ahora silenciado por razones de fuerza mayor; pero no creo que deba hablarse de responsabilidad, en sentido negativo, de los actuales dirigentes del PP, porque creo que el Gobierno hace lo que puede, que coincide, básicamente, con lo que debe ... P. Conozco dirigentes de su partido que mantienen, con discreción, que estar en el Gobierno no es razón suficiente para poner "patas arriba" el proyecto nacional que ustedes defendían antes de lograr el poder.... R. Insisto, no es que se haya puesto todo "patas arriba", como usted dice. Sólo hay una adaptación, circunstancial, obligada, por unas condiciones impuestas por un determinado mapa político y parlamentario. Pero el Gobierno también da pruebas de su voluntad de mantener el norte en cuestiones básicas. Por ejemplo, en el decreto sobre las enseñanzas de humanidades, en el que, por cierto, la actitud del partido socialista no ha sido lógica ni responsable. P. Seguro que ha reflexionado sobre una estrategia de cambio de rumbo de, su partido en el futuro si la aritmética parlamentaria les sigue obligando a depender de otros para gobernar... R. Para mí, las cosas están muy claras: los dos grandes partidos nacionales (y eso lo dijo en una ocasión el propio José María Aznar) tienen como obligación fundamental definir, impulsar y vertebrar una conciencia nacional por encima de sus diferencias ideológicas. Por eso, yo entiendo que los dos grandes partidos nacionales han de tener también como objetivo derrotar a los nacionalistas en las urnas en el, País Vasco y en Cataluña. Por desgracia, la situación presente está muy alejada de este planteamiento, porque los dos grandes partidos nacionales están en una lucha muy agria, muy enconada por cuestiones que muchas veces son bastante desagradables y poco elegantes, mientras los partidos nacionalistas hacen su agostó jugando con uno o con otro para su conveniencia y manteniendo su discurso doctrinal muy alto. P. ¿Piensa usted en un pacto de gobierno, incluso entre e PSOE y el PP? R. Hoy por hoy sería suficiente con que el PSOE y el PP se pusieran de acuerdo sobre las grandes cuestiones del Estado, como la organización territorial o el ordenamiento jurídico... Pero, para eso, sería esencial que el clima de enfrentamiento tan brutal que existe entre el PSOE y el PP se atenuase. P. Pero parece evidente que su partido, y el presidente del Gobierno concretamente, prefieren aliarse con "el diablo", con los nacionalistas para usted, antes de pensar en un entendimiento con los socialistas, ¿no? R. Yo creo que tenemos en estos momentos una buena oportunidad para que José María Aznar, que es un hombre prudente, responsable, flexible.... y ,Joaquín Almunia, que está empezando su mandato y, por tanto, tiene ante él un campo abierto, sin hipotecas, pensasen seriamente en un planteamiento como el que acabo de describir. P. ¿No cree que es un obstáculo, serio que cuando se produce un encuentro institucional entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición sea el propio Gobierno el que atribuya intenciones propagandísticas a la iniciativa del señor Almunia? R. Mire... Ortega decía que la filosofía es un problema de niveles. Yo creo que la política también es una cosa de nivel, y que hay que saber situar las cosas en su nivel... Cuando el presidente del Gobierno se reúne con el líder- de la oposición en un país democrático occidental, avanzado y serio, de esa entrevista siempre han de salir cuestiones relevantes y se ha de transmitir al país estabilidad, tranquilidad y seriedad institucional. P. Me pregunto si se da cuenta de que se está convirtiendo usted en un outsider de su partido. ¿No le preocupa esto? R. No. El outsider es el que está fuera de juego. Y yo no soy el que está fuera de juego, porque las cosas que digo y escribo las comparte el 90% de los españoles, tirando, por lo bajo. Así que estoy absolutamente tranquilo. Porque estoy seguro de que la inmensa mayoría de los españoles, de la derecha y de la izquierda, desde A Coruña hasta Málaga y desde Cáceres hasta Valencia, no quieren la yuxtaposición de soberanías compartidas que más o menos, de una forma más hilvanada, se sitúen bajo el vínculo estratosférico de la Corona. Eso lo quiere el señor Arzalluz, el señor Pujol, lo quiere algún erudito iluminado, como el señor Herrero de Miñón, pero la inmensa mayoría de España no lo quiere... P. ¿No podría hacer un esfuerzo y matizar alguno de sus juicios? R. No. Los nacionalistas desean transformar el pacto constitucional y transformar España en una serie de fragmentos que ellos puedan, en algún momento, dominar para controlar el erario público y satisfacer, así, sus ansias de poder político. P. ¿No le parece, digamos, complicada la imagen del presidente del Gobierno, pactando todos los días con esos nacionalismos tan perniciosos? R. La situación del Gobierno actual es paralela a la del Gobierno anterior, con una diferencia: que el actual Gobierno, a diferencia del anterior, está libre de determinadas hipotecas relacionadas con asuntos que reptan por los tribunales, y está haciendo una política económica y social que está dando resultados mejores que los que tuvo el anterior Gobierno. Pero la situación, en relación con los nacionalistas, es absolutamente paralela. Por eso hay que poner freno a esa obsesión divisiva y particularista que nos debilita enormemente. P. ¿Usted cree que el señor Aznar les aguanta a los nacionalistas porque no le queda otro remedio, que sueña con la mayoría absoluta para deshacerse de un pacto antinatura? R. Creo que el presidente del Gobierno lo que quiere, como quieren todos lo militantes y votantes del PP, y todos los votantes y militantes del partido socialista, es que los españoles estén más centrados en lo que les une que en lo que les separa. Y, bueno, cualquier presidente del Gobierno de un país democrático desea una mayoría amplia, y si es posible, absoluta, para poder llevar adelante su proyecto. P. Pero, mientras, usted y su discurso de los principios ha supuesto un peligro a neutralizar, al menos en el PP de Cataluña. De hecho, ha sido usted, digamos, neutralizado... R. A mí, en este asunto, si he de serle absolutamente franco, sólo me preocupa la opinión y la posición del presidente del Gobierno... El presidente del Gobierno es un hombre, digamos que más bien lacónico, no ' excesivamente partidario de grandes parrafadas, pero yo creo, y lo digo con toda modestia, saber lo que él piensa de estas cuestiones. En cuanto al partido, bueno, hay siempre gente que vive más en la coyuntura que en la estructura. Pero, en cuanto al presidente del Gobierno, le repito que estoy bastante tranquilo. P. Después de su defenestración en el PP de Cataluña usted percibió signos de que las cosas no le iban a ir bien en un futuro pactando con Pujol, ¿no? R. Sí, claro. Mi exclusión de la negociación entre mi partido y Convergencia i Unió para el pacto de investidura fue elocuente... No sé si usted recuerda que se celebró en Barcelona. P. En el hotel Majestic, fue. R. Sí, veo que me sigue usted... Esa cena era para celebrar que se había cerrado el pacto. Y en ella estuvieron José María Aznar, Jordi Pujol, Mariano Rajoy; estaba también Rodrigo Rato, si no recuerdo mal, y Maclà Alavedra y sus respectivas esposas. Cuando yo vi que a esa cena tampoco era invitado, pues me di cuenta de que, excluido de la mesa de negociación y condenado al ostracismo en todo ese proceso político, y... bueno, teniendo en cuenta que Convergencia i Unió son gentes de tanta nobleza y nada rencorosos, me di cuenta de que, definitivamente, la cosa se podía poner difícil. P. Pero alguien tuvo que tomar la decisión de satisfacer los rencores de Convergéncia i Unió. ¿Quién fue? R. Fue Aznar. Él consideró que mi Figura era molesta, ¿no?, para el buen fin de los pactos. Pero usted comprenderá que yo eso lo entiendo, porque frente a la gobernabilidad de España y la estabilidad política o mi insignificante persona no cabía la duda. P. ¿Se siente utilizado por Aznar? R. Es pronto todavía, para poder decir eso tan feo. P. Usted fue el líder del discurso españolista del PP, hoy arrumbado... R. No, no... Yo fui el modesto portavoz en Cataluña del discurso democrático de una Cataluña plural. Y lo hice, durante cinco años, por encargo expreso del presidente del Gobierno, que entonces sí me apoyaba. Y mi partido obtuvo resultados electorales sin precedentes. Lo que sucedió después obedece a circunstancias conocidas y, por eso, afirmar hoy que yo fui utilizado en el sentido negativo de la palabra me parecía prematuro... P. Pero no me negará que usted se lo pone difícil al señor Aznar con su empecinamiento anticatalán, que... R. ¡Cuidado, cuidado! ¡Eh! Yo soy un catalán tremendamente catalán, y me considero depositario del mejor patriotismo catalán, que propugna una Cataluña abierta, celosa de su identidad, pero sinceramente integrada en un gran proyecto español. Siempre he estado en esa línea. Otra cosa es que el nacionalismo pujolista, y su absoluta carencia de escrúpulos, me haya caricaturizado, estigmatizado, deformado. Pero, bueno, eso, allá ellos con su conciencia. P. ¿Es que usted considera al señor Pujol un político sin escrúpulos? ¿No está dispuesto a valorar siquiera su papel en la construcción de nuestra complicada democracia? R. Creo que el señor Pujol es un típico ejemplo de nacionalismo particularista. Es un representante, cualificado y paradigmático, de esos grupos mesocráticos que movilizan electoralmente a las sociedades en las que viven, a través de rasgos diferenciados, cultivados de manera obsesiva. Para mi, Pujol es un ejemplo, absolutamente rechazable, de nacionalismo tribal, que a lo largo de la historia de la Europa de este siglo ha provocado grandes desastres. P. Cataluña es la segunda comunidad más solidaria entre todas las autonomías. ¿Por qué usted se empeña en denunciar al presidente Pujol como el gran esquilmador del Estado? R. Porque CI U es una máquina de gastar dinero. Cataluña es la comunidad más solidaria, pero también la más endeudada en términos absolutos, con un billón y medio de pesetas Cataluña, el Gobierno de CiU, ha Incumplido sistemáticamente las previsiones del Plan de Convergencia Europeo para entrar en la union monetaria como son el déficit y la deuda. CiU, en el terreno de la política presupuestarla de la Generalitat, es el paradigma del despilfarro. P. ¿Usted cree que el señor Aznar, además de hablar en catalán en privado, también puede pensar cosas parecidas a las que usted dice? R. Es que, como usted misma dice, lo que se dice en privado, pues es eso, privado. P. A ver si va a resultar que el señor Aznar tendrá que poner un día pie en pared si las reivindicaciones nacionalistas superan lo que políticamente esté dispuesto a digerir. ¿Veremos ese momento? R. Si el señor Pujol intentase llevar adelante todo lo que está cotenido, en las conclusiones del último Congreso de Convergència, o en ese documento recientemente elaborado sobre cómo debería ser el Estado español, con una soberanía fragmentada, estoy absolutamente convencido, no tengo la menor duda, de que el presidente del Gobierno se opondría frontalmente. P. La cuestión es que no se ve al presidente Aznar, ni tampoco a los socialistas, muy proclives a ese entendimiento patriótico que usted apoya. R. Pues yo estoy convencido de que, si el proyecto nacionalista de división de España culminase con éxito, España dejaría de existir como tal nación; la Constitución debería ser modificada y España sería sustituida, tal como ahora la conocemos, por el conjunto de tres naciones: Cataluña, País Vasco y el resto. Los gobiernos nacionalistas impondrían sus políticas mediante la coacción, y el sentido de solidaridad de compartir un destino común de los españoles desaparecería. P. Para usted, entonces, el pacto PSOE-PP sería obligado. R. Me parece. obligado. Creo que se producirá tarde o temprano. P. Pues como siga diciendo esas cosas me temo que volverá a ser un proscrito. R. No lo creo. Pero en cualquier caso, no lo temo. Yo acepto la disciplina y la jerarquía de mi partido, pero si algún día alguna decisión que tomara el partido, o alguna indicación que recibiera, fuera incompatible con mi conciencia o mi honor, yo actuaría en consecuencia. Mi objetivo en la política no es sobrevivir, sino vivir de acuerdo con las cosas que yo creo. Y, por tanto, mi supervivencia en ese sentido me trae sin cuidado. Se lo aseguro.

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