¡Butano!
¿Cuánto le cuesta a usted su bombona de butano? No, no me refiero al precio oficial, sino al esfuerzo que le cuesta conseguirla.A mí la última vez me ha costado 17 días de espera y siete avisos. Me ha costado dos charlas con los responsables de la empresa suministradora; me ha costado una visita a las oficinas y poner una reclamación; me ha costado que un joven engreído intente convencerme de que lo más lógico es que si hago un pedido y no me lo sirven porque en ese momento no estoy en casa, eso significa que ya no lo necesito (¿lógico?).
Y me ha costado que el mismo joven engreído me recuerde que es mi obligación (¿obligación?) quedarme en casa durante las 48 horas siguientes al aviso (el trabajo, las compras, llevar a los niños al colegio puede esperar); o que es mi obligación contar con un vecino fiel que tampoco se mueva de casa en esas 48 horas; o es mi obligación fiarme de dejar la bombona vacía con el dinero debajo confiando en que ningún necesitado va a llegar antes que ellos (recuerden que la última vez sólo tardaron 17 días); o es mi obligación tener un piso con ventanas a la calle para apostarme en ellas y gritar ¡butano! al tiempo que el camión pasa siete pisos más abajo.
¿De verdad no le ha pasado nunca nada parecido? Si es así, cuénteme su secreto. Y si no lo es, reclame. Reclame y que no nos puedan decir que nuestro caso es el único, que nadie se ha quejado antes, que el sistema de reparto funciona a las mil maravillas.
Es cierto, funciona. Funciona para la empresa, que tira los avisos no atendidos y espera que el cliente insista en el teléfono, persiga a los repartidores por la calle o se dé de baja dos días para estar en casa cuando se dignen servirnos lo que pagamos puntualmente y, a veces, hasta con propina.-