Ficción
Hola, muy buenas, señoras y señores. Servidor, de 34 años, soltero (pero no demasiado), paleontólogo y experto en bichos raros, se dirige a ustedes para manifestar:
1. Que soy un tipo propenso a las alegrías y tengo siempre cuerpo de jota (incluso de JB), pero en estas fechas de paz, felicidad y grandes almacenes se me pone en el corazón un algo semejante a la mala leche y a la misantropía.
2. Como no soy tonto, decidí hace dos años omitir este mal trago anual que me encabrona la sangre. He aprendido a hacer de tripas corazón y saltarme a la torera las melancolías que me invaden. La Navidad me trae el recuerdo morboso de los ausentes, que cada vez son más. Si tuviera pasta, me marcharía unos días al Caribe. Pero como estoy a la cuarta pregunta, le he dado vuelta a la tortilla. He conseguido convertir la soledad en una ficción mágica durante todos los festejos.
3. Lo que más me joroba de todo este tinglado es que te intentan meter felicidad hasta por el trasero. En principio, me gusta ver Madrid lleno de bombillas. Pero todas estas luminarias no son más que una trampa frustrante para los niños, sus padres y los ciudadanos necesitados, como un servidor.
4. Ahora bien, la historia me ha enseñado que no se deben enfrentar nuestras naves contra los elementos. Entonces, me comporto como un juguete y me junto con los chavalines, me revuelco por el suelo, toco la pandereta y la zambomba, veo películas de Walt Disney, me pongo tibio a polvorones (y a cigalas y polvos), canto villancicos, me descojono del mundo.
5. En definitiva, consigo ser feliz momentáneamente haciendo el ganso, comiendo como un jabalí, durmiendo a placer las monas correspondientes, convirtiendo todo en ficción.
6. Y en Nochevieja me zampo un bocata y voy a la Puerta del Sol para departir con solitarios, borrachos, excluidos, militares sin graduación, chorizos y señoritas al quite de lo que salga.
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