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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Muerte y maltrato

EL MALTRATO y, en su extremo, el asesinato de mujeres por parte de sus maridos, ex maridos o ex parejas se han convertido en un desgraciado acontecimiento casi cotidiano. La sociedad española corre el riesgo de acostumbrarse a ello debido el fatalismo y la desidia con que se enfocan los problemas que afectan a la mujer. Según las estadísticas más recientes, en España han muerto 59 mujeres en un año, más de una a la semana, asesinadas por cónyuges o ex maridos. El último caso, que desgraciadamente no será el último, es el de Ana Orantes, de 60 años, atada y quemada viva Con gasolina por su ex marido en un pueblo de Granada. De nada le sirvieron a la asesinada las denuncias que presentó anteriormente por malos tratos ni su llamada a la conciencia social, a través de un programa de televisión en el que desveló el terror vivido en su matrimonio, marcado por las violaciones y las palizas.Éste es uno de los casos que, por su horror, sacuden momentáneamente las sensibilidades, como sucedió en el del asesinato en Cuenca, a plena luz del día, de la funcionaria de prisiones Mercedes Collado, a manos de su ex marido y en presencia del hijo de ambos. La fotografia de este crimen atroz, ejecutado, a pesar de las múltiples denuncias por amenazas presentadas por la víctima contra el agresor, provocó un escalofrío de indignación en toda España. Los casos de Ana Orantes y Mercedes Collado, como los de la mayoría de las asesinadas en estas circunstancias, tienen en común el decepcionante estribillo de las denuncias previas contra sus agresores.

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En los asesinatos de mujeres a manos de sus compañeros presentes o pasados confluyen, por una parte, la torturada sensación de abandono que cultivan ciertos varones separados de sus esposas, y por otra, la peligrosa percepción, muy extendida, de que los problemas entre matrimonios siempre se resuelven, no presentan riesgo criminal y, además, deben resolverse entre los afectados. No siempre es. así, como demuestra la realidad. Muchas denuncias judiciales no se toman en serio, lo cual es una grave muestra de negligencia de parte de las autoridades que las reciben, ni se evalúa con la gravedad que merecen las situaciones de amenaza y malos tratos reiterados, que suelen ser el preámbulo fatal al homicidio.

Casi 60 mujeres han pagado con su vida las consecuencias de esta lenidad social que tiende a considerarlos malos tratos y las agresiones entre parejas como juegos de salón que acaban con el entendimiento mutuo.Las.amenazas proferidas contra cónyuges o ex cónyuges deben ser consideradas, además de como todo delitoevidente y castigado. según la ley, como un peligro potencial para el amenazado; y deben obligar a las autoridades a responsabilizarse de que tales amenazas no lleguen a cumplirse. Es imprescindible que se instrumenten procedimientos legales y normas muy precisas para evitar, de forma efectiva y urgente, que los cónyuges con una trayectoria comprobada de agresiones a sus parejas puedan acercarse a sus víctimas. Para una sociedad que pretende practicar la sensatez como norma, las mujeres muertas o maltratadas son un motivo de vergüenza y una demostración de negligencia incalificable de los encargados de velar por la seguridad de las personas.

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