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Reportaje:VA DE RETRO

Un gran hotel para la locura

EL psiquiátrico de López Ibor, reservado tradicionalmente a los ricos, se "democratiza" después de 30 años

Adaptarse a los nuevos tiempos es síntoma de salud mental. Tres décadas después de que uno de los más afamados psiquiatras españoles de este siglo, el doctor Juan José López Ibor, abriera su clínica privada en el madrileño barrio de Puerta de Hierro, sus herederos han decidido modernizarla y "democratizar" sus instalaciones, reservadas hasta hace poco a especialistas de la saga y a pacientes de la clase alta y de la aristocracia. Bautizada cuando se abrió, en 1967, con el nombre de Instituto de Investigaciones Neuropsiquiátricas, por sus habitaciones han pasado miembros de casas reales, jefes de Estado y hasta la guardia mora de Franco.El cambio social y el menor número de ingresos por el avance de la farmacología han llevado a la familia López Ibor a establecer convenios con las principales compañías de asistencia sanitaria y ofrecer a otros psiquiatras la posibilidad de ingresar allí a sus pacientes.

Aunque su fundador falleció hace un lustro, sí vive Socorro Aliño Testor quien fue no sólo su mujer y la madre de sus 12 hijos, cuatro de ellos psiquiatras, sino su más eficaz colaboradora. Si el profesor López Ibor dirigió la atención psiquiátrica de su hospital, ella se ocupó de todo lo demás, y a sus 75 años lo sigue haciendo con sorprendente energía y el poder que le otorga el ser la administradora única. El presidente de la clínica es ahora su hijo mayor, Juan José López Ibor Aliño, de 56 años, jefe también del servicio de psiquiatría del hospital Universitario San Carlos.

"A mi marido le gustaba que yo trabajara. Me había licenciado en Filosofía y Letras y no tenía estudios médicos, pero él me enseñó a hacer los test psicológicos y las historias clínicas, e incluso cuando había algún caso que requería una especial discreción, sólo podía atenderlo yo", cuenta doña Socorro, como todo el mundo la llama, una mujer de fuerte carácter que fuma cigarrillos extralargos y en cuya biografía los santos han desempeñado un papel importante:" "Nací el día de san Agustín, conocí a mi marido el día del Corpus Christi y me casé el día de la Virgen de Lourdes", comenta con una mezcla de humor y religiosidad.

El psiquiátrico de Puerta de Hierro no fue la primera clínica que puso en marcha López Ibor en Madrid. En los cincuenta funcionaba otro centro de su propiedad llamado La Brújula, en un chalé de la calle de Isaac Peral. "Al principio se iba a llamar La Flecha", rememora doña Socorro, "y ya tenía toda la ropa bordada con el anagrama, pero había una casa de citas que se llamaba igual. Le pusimos un círculo a la flecha y la rebautizamos como La Brújula para evitar confusiones".

"Cuando empezaron a llegar enfermos extranjeros, esa clínica se quedó pequeña y pensamos abrir un gran centro. Nuestra idea, era que los enfermos mentales tuvieran el mismo estilo de vida que el resto de la gente, y buscamos un diseño arquitectónico que se asemejara a un hotel. De hecho, la clínica de Puerta de Hierro está inspirada en el Hilton de Pakistán, donde nos alojamos en uno de nuestros viajes. Introdujimos además tratamientos innovadores contra la depresión, y fue la primera clínica del país que utilizó sales de litio para tratar las psicosis maníaco-depresivas".

La apertura de la López Ibor coincidió con el nacimiento del movimiento hippy, y éste se convirtió en objeto de análisis de la psiquiatría oficial, con sorprendentes conclusiones. En un informe de la Sociedad Española de Psiquiatría de 1966 se advertía de la pretensión de los hippies y jóvenes rebeldes, de "sustituir a la familia tradicional por la comunidad gregaria con vida y libertades limítrofes a lo zoológico", y metía en el mismo saco a hippies, drogadictos, delincuentes, homosexuales y desertores, a los que consideraba víctimas de algún tipo de patología familiar. Entre los peligros que acechaban a la familia tradicional se incluía también "la divulgación de la pornografía con música africana, sofisticada y erotizada" y "el señuelo del utópico amor universal a lo Marcuse".

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"Efectivamente, muchas familias que tenían hijos hippies los traían a la clínica muy preocupados por su salud mental", admite López Ibor Aliño, que ya en los sesenta trabajaba con su padre. "Era muy importante en estos casos hacer un diagnóstico diferencial de lo que era una manera de ser, un estilo de vida, de una enfermedad mental. Y en mi opinión, tan grave era que un hippy pasara por enfermo como que un enfermo pasara por hippy".

Sin embargo, los psiquiatras de la dictadura no advertían en sus informes de las funestas consecuencias de las leyes franquistas para la salud mental de sus ciudadanos. La imposibilidad de divorciarse, por poner un ejemplo, causó muchas depresiones. "Sí existía ese problema", reconoce López Ibor, "de hecho, la patología conyugal era muy frecuente cuando se inauguró la clínica, y ahora es indiscutible que ha descendido".

La psiquiatría que se ejerció tras la guerra civil, controlada por Juan José López Ibor, no tuvo contestación hasta 1971, cuando una veintena de jóvenes psiquiatras se encerró en un pabellón del hospital Francisco Franco, hoy Gregorio Marañón, para exigir cambios en la política asistencial. La prensa se hizo eco de la protesta, que se hizo muy popular. Uno de los líderes de este movimiento, la antipsiquiatría, fue Enrique González Duro, que había trabajado en las clínicas de Lopez lbor. "El tenía el monopolio de todo el aparato psiquiátrico en España, desde la asistencia pública y privada hasta la enseñanza. Era el único psiquiatra reconocido por Franco", afirma González Duro, quien reconoce que era un hombre brillante, instruido y culto. "Era un psiquiatra humanista, pero con una base muy tradicional. Odiaba a Freud y, el psicoanálisis porque creía que no había que remover los demonios internos. En su clínica estaba prohibida la psicoterapia, se podría escuchar al paciente, pero no replicar; yo me tuve que psicoanalizar clandestinamente.

González Duro, de 57 años, trabaja en el Gregorio Marañón. En 1973 puso en marcha el primer hospital de día en España, y entre sus obras destacan Historia de la locura en España y La paranoia y Franco.

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