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ROCK

Canciones para un perdedor

Diego A. Manrique

Por una vez, el rock español ha demostrado rapidez de reflejos. Siete meses después de la muerte de José Casas, alias Pepe Risi, guitarrista y fundador de Burning, se juntaron sus compañeros y le dieron un homenaje más que merecido, cuyos beneficios están destinados a su viuda. A lo largo de dos noches, cantaron sus temas Los Enemigos, Antonio Vega, Gabinete Caligari, M Clan, Carlos Segarra, Enrique Urquijo, Mercedes Ferrer, Tahúres Zurdos, Matando Gratix, Javier Andreu, Neverly Brothers, Los Canallas, José Carlos Ñu, Ramoncín, Loquillo y Jaime Asua. Los conciertos, que fueron transmitidos por Radio 3, serán la base de un especial de Canal + y un disco colectivo.Un momento dulce en una biografía que es una asombrosa sarta de desastres. Burning surgió en los últimos tiempos del franquismo, cuando el rock español era casi una entelequia. Abandonando el inglés de sus orígenes, Risi y sus compañeros pusieron música y poesía al Madrid que se liberaba, creando una fascinante mitología urbana. Sin embargo, cuando estaban en su cumbre creativa, fueron barridos por la aparición de la nueva ola.

Habían asumido la heroína como parte de la mística del rock y enseguida se les pasó factura. José Antonio Martín, Toño, el mejor cantante que han tenido, fue despedido y moriría sin que se produjera una reconciliación. Sufrieron censuras y hasta el oprobio de ser señalados como plagiarios. Luego, discos inciertos e intermitentes que no les evitaron caer en el paupérrimo circuito del rock nostálgipo.

Hay una moraleja terrible en esa trayectoria; sería buena idea que se escribiera un libro decente y honesto sobre Burning, aprovechando esas memorias que Pepe Risi estaba redactando. Pero los conciertos del jueves y el viernes fueron aptos de celebración, gracias a la recuperación de su soberbio repertorio, canciones inmortales entre la crudeza callejera y las fantasías del rock and roll. Unos conciertos que no se empeñaron por la ausencia de Manolo Tena ("me encuentro en cama con un proceso gripal fuerte"), y Joaquín Sabina, retenido en Buenos Aires por su proyecto con Fito Páez. Johnny Cifuentes, teclista y ahora depositario de la herencia de Burning, reconocía ansiedad por el resultado de la reunión. No tenía por qué temer: espoleados por la entrega de un público tan numeroso como emocionado, todos estuvieron a la altura de las circunstancias. Y la nueva versión de Burning suena poderosa.

También fue una ocasión para constatar lo ingrato que resulta apostar por el rock en España. Los conciertos se desarrollaron en una inhóspita macrodiscoteca. Y un dato revelador: casi la mitad de los artistas participantes no tienen actualmente contrato de grabación

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