"Me tragué las bolas con suero"
El trato que le ofreció Óscar, el hombre delgado y de camisa prieta, era sencillo: meterse en el cuerpo medio kilo de cocaína y volar a España o bien ver cómo quemaban a su marido y secuestraban a su hijito de seis meses. Yaneth Patricia Vargas, a la sazón de 22 años, optó por lo primero. No fue una decisión apresurada. El mismo día en que su hijo nació en la profunda Pereira (Colombia), el largo de Óscar la había visitado en el hospital para intentar convencerla. "No le conocía de nada, pero desde entonces no dejaron de amenazarme para que lo hiciera. Y cuando ya dijeron lo de secuestrar a mi hijito y quemar a mi marido, me dije que debía hacerlo", relata Yaneth a EL PAÍS desde un domicilio secreto en Colombia.Una mañana de febrero de 1996, el marido de Yaneth, camionero, viajaba a Medellín cuando un automóvil paró a la vera de la mujer. Tres narcos abrieron la puerta, la arrastraron a una casa deshabitada de Pereira y de una bolsa de deporte sacaron 80 bolas de cocaína envueltas en látex para que se las tragase. Una a una. Ella se las tomó "con ayuda de un suero" y, poco después, fue conducida al aeropuerto de Bogotá. Atrás dejaba una madre viuda y enferma, una hermana carmelita, un bebé al que bautizó con el nombre de Juan Canelo y un marido en ruta. "Tenía que hacerlo para que me dejaran en paz", insiste Yaneth.
El vuelo hizo escala en Caracas. Y de allí partió a Madrid. Más de doce horas de avión en las que Yaneth creyó "reventar". "Todo me dolía y no podía moverme, pero hice de tripas corazón".
La mujer, junto al dolor, llevaba las instrucciones grabadas en la memoria. Tampoco eran muchas. En el aeropuerto de Barajas le aguardaba un hombre de la organización a quien ella no conocía. "Me dijeron que no me preocupase, que él me reconocería por una fotografía". Una vez sorteada la aduana y establecido el contacto con el misterioso enlace, éste la iba acompañar a un hotel para recoger las bolas. Y luego, tres millones de pesos en mano, un viaje de vuelta a Colombia a los ocho días, y adiós a las amenazas. Yaneth volvería a ver sonreír a Juan Canelo.
Pero en Barajas, aquel 12 de febrero, su destino se mostró ante los rayos X. La Guardia Civil la detuvo al cruzar el control de aduanas. "Me leyeron los derechos, me tomaron las huellas y ya vi a mi hijo secuestrado". Una vez detectadas las bolas de cocaína, la condujeron al hospital Gregorio Marañón. Entró en una habitación muy blanca y luego pasó al baño. Una guardia civil la acompañó. Uno tras otro expulsó, con dolor, su deseo de paz familiar. La agente, meticulosa, recogió todas las bolas.
Yaneth fue encarcelada en Carabanchel. "Fíjate y mi marido no sabía nada de nada", recuerda ahora. A los seis meses de presidio fue conducida a la Audiencia Provincial de Madrid. Su abogada, Esperanza Marcos, que defendía a Yaneth por el turno de oficio -"yo no tenía dinero para uno privado"-, creyó en el relato de la detenida. Y también lo hicieron los magistrados de la Sección Quinta de la Audiencia, quienes la libraron de una petición fiscal de 11 años al considerar probado que actuó en "estado de necesidad" por una "terrible amenaza".
Una vez libre, Yaneth regresó a Colombia. "Al llegar a Pereira, todo el mundo me decía que me iban a matar, que me fuese", relata. Ahora vive en un pequeño pueblo, no muy lejos de su tierra natal. Los gritos de Juan Canelo se oyen al otro lado de la línea. No ha vuelto a ver al largo Óscar.
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