Nieves de antaño
...año de bienes. "¿Te acuerdas de cuando en Madrid nevaba?", nos decimos unos a otros: los que aún nos acordamos de acordarnos. Del patio del colegio, del tejado de la casa de enfrente al despertarnos. Otro clima: "Nueve meses de infierno y tres de invierno". Ahora, en Kioto, los grandes políticos del mundo están examinando el cambio de clima: no van a querer hacer nada. Como tampoco estuvieron muy decididos, en Ottawa, de hacer algo seno contra las minas de tierra. Los grandes políticos del mundo no son mejores ni peores que los pequeños políticos de la localidad: trabajan para aquí y ahora. "Aquí y ahora" fue también alguna de las exigencias que planteábamos cuando se nos gobernaba para el más allá: los comunistas querían el paraíso en la tierra. ¡Pobres comunistas! Heridos por todos, por sus propios políticos y por los ajenos; por sus policías y por las de los otros. Pobre, destrozada gente de este siglo: en sus nieves eternas. Todavía se persiguen sus rastros, sus huellas. Que no quede uno: para poder volver a generar clases sociales.Bajo la nieve, la clase ínfima se refugia en las estaciones de metro. Tampoco ellos les atendieron: les llamaban "lumpenproletariat": proletarios en andrajos. Vagabundos, mendigos, ladrones. Pobres, ignorantes, maleducados. Y es túpidos, y borrachos. No podían aspirar a figurar entre las redenciones de la clase trabajadora, porque no sabrían confiar en la vanguardia dirigente: en el partido. Ahora, los asilos urbanos están llenos: pero muchos se quedan en la calle, en sus cajas de cartón. Hablan con ellos en TV-1: su problema es que en los acogimientos les prohiben beber. No sé por qué en los grandes hoteles o en las pequeñas pensiones se puede beber, y fumar, y algo más que quiera hacer el individuo en su cuarto, mientras que en los albergues para pobres no les dejan: y es que tienen que pagar con un sacrificio, con una restricción, con un fastidio, lo que no pueden pagar con dinero. Asilo y sopa por abstención: algunos no lo aceptan por dignidad. Dignidad en andrajos. Se dejan caer en el metro que está abierto para ellos, con su cartón de don sinión. Y tabaco de colillas. O se quedan en la calle a la intemperie. Las "nieves de antaño", por las que se preguntaba Frangois Villon -un gran poeta, un gran lumpen, ladrón y mendigo-, han vuelto. El comunismo básico, libertario, abierto, no va a volver. Salió mal.
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