El final de una pesadilla.
Liberado en el Reino Unido Andrew Evans, encarcelado durante 25 años por un asesinato que no cometió
Hace 25 años, Andrew Evans, entonces un adolescente de 17, soñó que había asesinado a Judith Roberts, una escolar del pueblo de Tamworth, en el centro de Inglaterra. Acudió a comisaría y confió sus fantasías, presididas por un rostro femenino.Creyendo que padecía una amnesia asociada al crimen cometido, y careciendo de más pistas, la confesión fue aceptada. Una vez acusado, la policía le advirtió que no cabían apelaciones. Dicho recurso logró, sin embargo, ser visto el pasado miércoles por los tribunales de Londres. En menos de tres minutos Evans se convirtió en un hombre libre, todavía más confuso si cabe que hace un cuarto de siglo. "La pesadilla ha concluido", dijo con voz entrecortada frente a unas cámaras de televisión que debieron antojársele de otro país.
Para los jueces el caso era "doloroso y estremecedor", pero no dejaba lugar a dudas. El convicto careció en su día de abogado, el interrogatorio fue defectuoso y el correspondiente informe psiquiátrico erró el diagnóstico. De haberse perpetrado hoy el asesinato, ni siquiera habría ingresado en un calabozo. Una sucesión de malentendidos y fallos de apreciación, sin embargo, le han transformado en el inocente que más años ha pasado entre rejas en el Reino Unido.
La verdad de los hechos sigue en la nebulosa, pero Evans tiene por fin un valedor seguro. El grupo británico Justice, que batalla en defensa de los derechos humanos, aceptó representarle cuando en 1994 inició una campaña para pedir la revisión de su caso.
Al desempolvar los archivos policiales, las dudas adquirieron proporciones gigantescas. El ex reo fue licenciado del Ejército el 8 de junio de 1972, después de un ataque de asma. El día anterior, Judith Roberts, de 14 años, había sido golpeada hasta morir cerca de su casa. Descrito como "un niño desgraciado y un adolescente inseguro" en las diligencias abiertas en comisaría, el muchacho seguía un tratamiento contra la depresión. En octubre de ese mismo año, los agentes llamaron a su abuela para interrogarle. Andrew dijo que iba a ver una fotografía de la muerta y ya no regresó.
"Cuando llegó a comisaría estaba alterado. Daba la impresión de que pasó la noche pensando en el crimen", señaló el miércoles lord Bingham, uno de los jueces de apelación. Al preguntarle si la había matado, contestó: "De eso se trata. No lo sé. Muéstreme una foto y le diré si la he visto".
Al carecer de coartada, pero sin más pruebas incriminatorias que sus propias visiones, la policía le acusó formalmente del asesinato. "El nuevo veredicto limpia mi nombre. Durante 25 años me han hecho responsable de algo que no hice. Siempre estaré en deuda con mis partidarios". Sin saber cómo saborear aún la libertad, recobrada de forma tan abrupta, Evans leyó unas notas manuscritas y desapareció de Londres. Antes de irse a descansar dijo que su familia y él esperan poder cerrar las heridas abiertas por la injusticia Cometida.
Kate Akester, su abogada y miembro de Justice, teme que su recuperación sea lenta y penosa. "Toda la maquinaria legal se ha aprovechado de un joven vulnerable que merece una indemnización inmediata", pidió. Mientras la misma llega, la asociación lo ha trasladado a una dirección "segura y secreta", donde pueda recibir ayuda psicológica sin ser molestado.
James Thompson, director de una clínica británica especializada en tratar el estrés traumático, ha advertido desde las páginas del rotativo The Independent que la ruta hacia la libertad no ha hecho más que abrirse. "El mundo ha cambiado mucho desde 1972. Él es ahora como un emigrante recién llegado a una nueva sociedad".
La frase puede resultar algo tremendista, pero cuando el adolescente fue encarcelado la guerra de Vietnam estaba en su peor momento. En el Reino Unido, el sistema métrico decimal llevaba sólo un año de rodaje. En Múnich, 11 atletas israelíes fueron acribillados por terroristas árabes durante los Juegos de la Olimpiada. Sólo hace 25 años, pero toda una vida para Andrew Evans.
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