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Tribuna
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Umbral

Cualquier momento es bueno para felicitar a Umbral, complacerse con el vigor que le procura la vida para crear encantamientos y la continuidad con que acierta a decir lo que sólo la escritura es capaz de elucidar. Probablemente si le interesara más la musica, o le interesara algo, no lo graría descorchar con mayor puntería la espuma bajo las cosas, que sólo estalla cuando se la aprieta en el corazón nominal. Cuando yo era un niño y él un jovenzuelo, ya le veía pugnar con las palabras como si hubiera hallado un artefacto de plata, perfecto, para alumbrar el secreto tras la evidencia y para convertir lo obvio en seducción. No importa a qué objeto, trágico o trivial, haya prestado atención. Un escritor siempre habla de sí, unas veces desde su miseria, otras desde su grandeza y otras desde la ironía, que, cuando algo se tuerce, despierta la condición de vivir. He aquí un escritor sin género, puesto que su género, masculino, femenino o epiceno, es el que genera él. Más que los poetas, los novelistas o los ensayistas estrictos, el escritor sin género representa el amor fou y de esa manera no hay nadie que no se contagie de su pasión. Si la fama le colina, es el efecto de la fama que él infunde a la escritura y de la excita ción que transmite su aventura entre una selva de palabras y desfiles de belleza. Más allá del. homenaje que la estatura del escritor merece, su trabajo le sobrevive como un rasca cielos para avistar lo nunca visto. Aquello que la palabra, sin música ni vídeo explícitos, alicanza.- Pocas ve ces un premio de las letras se refiere más directamente a su objeto. Con una letra tras otra, entrelazadas como un cosmos, Umbral ha brinda do el sabor exquisito, la puntada certera y el valor exclusivo que corres ponde al oficio de escribir. Los que vivimos en esto engordamos con su don y todos los buenos lectores, enfermos de impostura, se curan con los banquetes de su excepción.

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