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Tribuna
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Catecúmenos

El otro día experimenté un pequeño sobresalto al penetrar en el portal de mi casa. Sobre la barandilla, a mano derecha según se sube, me contemplaba alguien familiar desde lo más remoto de mi memoria. ¡Era la Virgen!, y por un momento pensé que se me estaba apareciendo. Tenía un rostro joven y terso, una, boquita virginal, como es lógico, y unos ojos luminosos y tristes, como de haber llorado mucho, que me miraban de hito en hito. La inscripción al pie de estas facciones me devolvió a la realidad. Decía: "¡Penetre en estos ojos y déjese mirar por ellos!". En realidad, se trataba sólo de una estampa grande, una por vecino, supongo, portada de un tríptico. En el interior explicaban que aquella señora era la Virgen de Fátima. "¿Se ha dado cuenta de que esos ojos ya le conocen?". "... Estos ojos tan vivos son los de una mera imagen, pero no de una imagen cualquiera, ¡esta imagen lloró milagrosamente 14 veces!". Y, "si usted no ha perdido la esperanza y tiene fe, súmese a la campaña Venid, Virgen de Fátima, no tardéis, y responda hoy mismo". ¿Qué hay que responder? Que sí deseamos adquirir el librito Las apariciones y el mensaje de Fátima al módico precio de 600 pesetas. "Esta iniciativa", añaden, "se realiza sin fines lucrativos".A continuación encontré en el casillero postal un comunicado de SOS Familia. Lo que se solicita al destinatario en esta ocasión es que salve a aquélla, la familia, remitiendo al excelentísimo señor don Federico Trillo Figueroa, presidente del Congreso, "mi enérgica protesta al proyecto de ley de parejas de hecho". "Usted y yo no podemos permitir que España caiga tan bajo". "Nunca, ni en las sociedades paganas, se llegó a poner las relaciones homosexuales al mismo nivel del matrimonio". "¿Usted va a permitir que nuestra querida patria se vuelva abominable a los ojos de Dios?". Tampoco esta vez hay ánimo de lucro -afirman-, pero se nos pide nuestra "generosa ayuda de 10.000 pesetas, 5.000, o cualquier cantidad que pueda ayudarnos a ampliar nuestra campana a 100.000 familias...".

Sabios tratadistas nos aseguran que los españoles vivimos en un Estado democrático y aconfesional, pero los habitantes de la capitidisminuida capital de las Españas parecemos estar excluidos, de hecho, de los beneficios que tal circunstancia supone. Las procesiones, siempre con el señor alcalde de florón, clausuran calles y calles cuando les da la gana, incrementando los horrores de la circulación rodada; los autobuses de la EMT se convierten de vez en cuando en chirimbolos rodantes para la promoción y proselitismo de la causa mariana y, según queda consignado, se invade nuestra privacidad sin preguntarnos de antemano si deseamos "ser instruidos en la doctrina y misterios, de nuestra santa fe católica", condición sine qua non para ingresar en el catecumenado. O, en otras palabras, se nos trata a todos como a fieles o catecúmenos sin averiguaciones o distingos. Además, no veo yo que el municipio se vuelque, y machaque de paso al ciudadano neutral, para organizar procesiones de mormones o budistas, ni que acote espacios para los rezos de los musulmanes.

Mi protesta contra el acoso postal católico, apostólico y romano no incluye a quienes nos escriben pidiendo ayuda para los desheredados de la Tierra. Benditas Misiones Salesianas, bendito ANESVAD, bendita Misión de China.

Ellos nos escriben para que les ayudemos en la ingente, admirable tarea de remediar el hambre, la pobreza, la enfermedad, la injusticia. Para ayudar a las mujeres del Tercer Mundo, "que, además de padecer los problemas comunes a las sociedades en que viven, sufren de manera especial por su condición femenina". Ellos nos hablan de temas inteligibles para creyentes y no creyentes de buena voluntad, como los desequilibrios sociales y económicos. No tratan de comernos el coco ni de convertirnos, no nos demandan juicios o condenas morales, no invocan nada ni esgrimen su propio ejemplo de abnegación. Son humildes y directos en su enfoque, son sinceros y nos restituyen el respeto debido al cristianismo de Cristo.

Ellos son la otra cara de la moneda de ese catolicismo procesionario, enjoyado, enmantillado, autoritario y prepotente que aquí en Madrid, parece empeñado en reabrir viejas llagas que creíamos ya cerradas.

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