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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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El pecado de hablar

Marijuana era una palabra de mi infancia: cuando me inquietó qué fumaba la cucaracha de la canción revolucionaria mexicana, me lo explicaron. Era la grifa, frecuentemente usada por el hampa. Luego cambiaron las palabras: hasta llegar al porro universal. No creo que haya lugar del mundo donde no lo consuman personas civilizadas o no, aunque esté prohibido. He pensado alguna vez que el impulso a dejar de fumar, el desprestigio del tabaco, sus amenazas de muerte y los abandonos de esa forma de droga permitida eran una respuesta adulta a los jóvenes, gente supuestamente frecuentadora de drogas que no pueden dejarlas por adicción. Todo se puede dejar, si se quiere: tabaco, alcohol, sexo. La vida misma, si es demasiado fastidiosa. En todo caso, lo que hay que hacer es no hablar de ello: no hacer su apología, palabra misteriosamente convertida a fines de censura decente. En Estados Unidos, una novela adaptada a la pantalla cuenta una historia: una mujer (interpretada por Candice Bergen) sufre de cáncer y fuma marijuana: la calma. Como era de esperar, se ha creado un escándalo. Sin embargo, alguien puede decir en la televisión, alguien de la vida real, que le pasó lo mismo. Ahora no tiene dolores, ni cáncer, ni fuma. Un médico, también real, apoya la posibilidad de anestésico de esa droga blanda. Con lo cual el escándalo aumenta: no se debe decir, porque eso puede favorecer el consumo. Aunque sea de personas con cáncer. Mejor el dolor. Recuerdo la época del nacionalcatolicismo, en la que se defendía el dolor de parto y no se podían practicar anestesia ni métodos de reflejos condicionados, porque en la Biblia se dice "parirás con dolor": el doctor Hernández fue clandestinamente a Moscú a aprender el parto sin dolor y lo aplicó también clandestinamente. Era un rojo: pero sus clientes eran damas de buenas y ricas familias, perfectamente religiosas. Y no querían tener dolores inútiles.Lo peor de esta polémica de la marijuana no es el asunto en si, sino que revela una manera de pensar que se va extendiendo. Supone la vuelta al silencio. Si alguien encuentra una anestesia en el porro, o en lo que sea, o si tiene una manera de pensar que no está determinada por el "pensamiento único", que calle para siempre. No vaya a ser que ayude a otros y esos otros cometan los pecados laicos que sustituyen en nuestras sociedades a los religiosos, que se han desprestigiado. Aunque no para todos.

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