El Espanyol calienta al Valencia
Los de Ranieri se estrellan ante la lucidez local
De vuelta al hogar, el Espanyol calentó al Valencia en una fría noche otoñal con una sonora goleada de consecuencias imprevisibles en Mestalla. Estuvo el colectivo de Camacho tan lúcido como extraviado el de Ranieri. Uno va por la Liga jugando de memoria y el otro, a ciegas.Los blanquiazules cortaron las murmuraciones que provocó su caída en Anoeta con un partido de cuerpo entero. Nadie echó en falta a nadie, pese a que no estaban el central (Nando) ni el ariete (Esnáider). Hay equipo por encima de jugadores. El Valencia, por el contrario, no tiene a quién agarrarse. Va dando tumbos, incapaz de aprovechar su capital futbolístico, víctima del peso de los malos resultados. Resulta un equipo indefinido, contradictorio y somnoliento.
El grupo de Ranieri se volatilizó en un minuto. Romario habilitó a Angulo y el ariete estuvo tan torpe en el remate como listo en ganarles la espalda a los centrales blanquiazules. El Espanyol tomó entonces la pelota y ya no la soltó. Tocó bien, en corto y en largo; se estiró, siempre arrimado a la banda de un habilidoso Quique Martín, preferentemente la derecha, y tuvo pegada: metió un gol en cada momento trascendental del encuentro.
No hay mejor retrato del Valencia que el rostro de Romario. Metido como si fuera un volante ofensivo cualquiera, alejado de la portería, el brasileño defendió más que atacó. Un crimen. Muy acostumbrado a recibir, no dispuso nunca de la pelota para rematar salvo en los libres directos. No es extraño que haya mandado al carajo al entrenador. No tiene ese equipo ningún gusto por el juego ni por el futbolista. Romario no merece el trato de un cualquiera, y Ranieri le ha vulgarizado.
El cuero estuvo siempre en el campo del Valencia. Jugó muy a gusto el Espanyol. Metió un gol al cuarto de hora y un segundo poco después que le permitieron gestionar el choque a su manera. El equipo, siempre muy junto, tirando a bloque tanto hacia adelante como hacia atrás, y culminando buenas transiciones: los remates se sucedieron.
Finalmente, Galca agarró un remate tremendo a balón parado que rubricó la goleada y sedó la refriega hasta el final, pese a los reiterados intentos del colegiado por sabotearla con un arbitraje calamitoso. No hay quien desestabilice al Espanyol.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.