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El Tribunal Constitucional de Turquía abre el proceso para ilegalizar a los islamistas

Derribo, acoso y eliminación, por este orden. Cuatro meses después de haber sido expulsado del poder por las presiones del Ejército turco, el ex primer ministro Necmettin Erbakan tuvo que comparecer ayer ante el Tribunal Constitucional para responder a las acusaciones del fiscal general de la República, Vural Savas, en el inicio del proceso para, la ilegalización del islamista Partido del Bienestar (Refah). Erbakan, líder de esa organización, logró a última hora un aplazamiento de una semana para poder preparar su defensa, pero el fiscal general no dudó en ratificar sus exigencias con un amenazador alegato: "Ningún partido, ni en Turquía ni en el extranjero, merece tanto ser disuelto como el Refah".

Sobre los islamistas, que gobernaron por primera vez en la historia de la Turquía moderna entre junio de 1996 y junio de este año, pesa la acusación de atentar contra el carácter laico del Estado fundado en 1923 por Mustafá Kemal, Ataturk. Desde que presentó los cargos contra el Partido del Bienestar, el pasado 21 de mayo, el fiscal general no ha cesado de repetir que el Refah se ha convertido "en un foco de actividades incompatibles con la Constitución laica".Savas presentó ayer nuevos acusaciones: intentar convertir a Turquía en un régimen teocrático e integrista como Irán e incluso Afganistán. "Si el Refah hubiese seguido su camino [en el Gobierno], nadie duda de que la República turca no sería muy diferente de dichos países, regidos por la ley islámica", advirtió el fiscal ante el Constitucional.

Erbakan tenía previsto ayer defenderse a sí mismo y a su partido, y de hecho se presentó a primera hora de la tarde en la sede del alto tribunal. Pero no tuvo que pronunciar ningún encendido discurso. En contra de los augurios de la prensa turca, el Constitucional le concedió un aplazamiento de una semana para poder preparar su alegato y responder a las nuevas acusaciones presentadas por el fiscal general.

Los partidarios de Erbakan ya habían dejado entrever la línea de defensa del Partido del Bienestar. "En una democracia no está bien visto que los partidos puedan ser disueltos por sus opiniones; convenceremos al tribunal", aseguró el vicepresidente del Refah, Abdulá Gül, que precisó: "No estamos implicados en acciones violentas ni recurrimos a la fuerza ni al terror". La primera parte de su mensaje parecía evidente. Los países occidentales no aceptarían de buen grado la disolución de uno de los principales partidos políticos en un país miembro de la OTAN y asociado económicamente a la Unión Europea. Pero la segunda parte parece más inquietante. La expulsión de los islamistas del escenario político cuenta con un peligroso y cercano precedente en Argelia.

Con la declaración de Erbakan ante el Tribunal Constitucional, prevista en principio para el próximo día 18, se cerrará la penúltima fase del proceso abierto en mayo por el fiscal general. Un magistrado que actuará como ponente del caso será el encargado de redactar su informe al pleno del tribunal, que debe fallar antes de fin de año sobre la disolución o no del partido islamista.

Antes de llegar al Gobierno, Erbakan contaba ya con un historial de ilegalizaciones. En 1971, el régimen militar surgido de un golpe de Estado disolvió el Partido del Orden Nacional, que el líder islamista había fundado apenas dos años antes. En 1981, y tras una nueva intervención del Ejército en la vida política, fueron ilegalizadas todas las organizaciones, políticas, entre ellas el Partido de Salvación Nacional de Erbakan.

Pero esta vez se trataba de ilegalizar al partido en el poder, un caso inédito en la Turquía de Ataturk. Los altos mandos del Ejército se sirvieron del fiscal general para apuntillar el mandato de Erbakan sin necesidad de sacar los carros de combate a las calles. El primer ministro islamista, acosado por los generales de Ankara, apenas duró un mes más en el cargo y presentó su dimisión el pasado 18 de junio.

Ante una eventual disolución del Refah, altos cargos del partido hablan ya de una solución "a la kurda". Es decir, la creación de una formación islamista de aparente nuevo cuño, con los mismos dirigentes (excepto Erbakan y su principales colaboradores, que quedarían condenados al ostracismo político), pero con distinto nombre.

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