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Cinco años en Bosnia

Cómo un sargento español abortó una asonada militar de los 'halcones' serbios

Miguel González

Pasadas las dos de la madrugada del último 1 de octubre, un capitán español al mando de una sección de operaciones especiales, con unos 25 soldados, se presentó por sorpresa en la cima del vértice Leotar, cerca de de la localidad serbobosnia de Trebinje.Habitualmente, ocho militares custodiaban el repetidor que difundía en la Herzegovina serbia el canal de televisión de Pale, controlado por los radicales de Radovan Karadzic. Sin embargo, en ese momento, y no por casualidad, sólo estaban de guardia tres milicianos adormilados que, bajo el pretexto de una inspección rutinaria, franquearon el paso a los inesperados visitantes.

Una vez dentro, el capitán español les comunicó que tenía orden de ocupar las instalaciones, tras lo cual procedió a desarmarlos sin resistencia. En pocos minutos quedaba cumplida, sin novedad, la parte española de la Operación Bossanova. La sección de la Brigada Extremadura, con blindados medios sobre ruedas, que aguardaba en las proximidades, no tuvo que intervenir.

A esa misma hora, otros tres repetidores ubicados en lugares estratégicos de la República Srpska eran ocupados por tropas estadounidenses e italianas de la Fuerza de Estabilización de la OTAN (Sfor) y las emisiones de Pale, que azuzaban a la población en contra de los acuerdos de paz, dejaban de recibirse en los televisores. Un mes después, a través de un sistema de enlaces vía satélite, el canal de Banja Luka, afín a la presidenta Biljana Plavsic, enfrentada al criminal de guerra Karadzic, es el único que puede verse en la zona serbia de Bosnia.

La ocupación de los repetidores es una prueba de que las fuerzas de la OTAN han tenido que implicarse mucho más allá de lo que sospechaban en el conflicto de Bosnia. La comunidad internacional es consciente de que la fragil paz fraguada al amparo de los acuerdos de Dayton, de noviembre de 1995, saltará por los aires en cuanto se retiren las tropas extranjeras si no desaparecen de escena los halcones empeñados en sabotearla.

La Operación Bossanova no ha sido la primera ni la más decisiva intervención de los soldados españoles en el conflicto que enfrenta desde hace más de un año a Plavsic y Karadzic, en el que el proceso de paz se juega en buena parte su consolidación.

A primera hora de la mañana del 18 de noviembre de 1996, el sargento de Infantería de Marina Juan Luna Fernández, al frente de seis soldados, se tropezó a la salida del cuartel general de Lastva, sede del Cuerpo de Ejército serbio de Herzegovina, con un convoy formado por varios camiones y un blindado. En su interior viajaban 40 hombres armados al mando del general Grubac, que unos días antes había sido desposeído del mando.

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Grubac era uno de los más Firmes apoyos del general Ratko MIadic, responsable de la masacre de Sbrenica, destituido el 8 de noviembre anterior por la presidenta Plavsic. El objetivo de Grubac, que no aceptaba su relevo, era hacerse fuerte en la base de la brigada de Trebinje, a unos 15 kilómetros de distancia.

El sargento detuvo el convoy militar y advirtió a Grubac que su viaje con un fuerte contingente armado carecía de autorización, conforme a las escrupulosas normas derivadas de los acuerdos de Dayton. Tras una ardua discusión, el general desistió de su propósito y se dio la vuelta, no sin antes ordenar a sus 40 seguidores que entregasen las armas a los seis españoles.

La hazaña le valió al suboficial una felicitación personal del general francés Lambert, jefe de la División Multinacional Sureste de la OTAN, en la que estaba integrada la brigada española, pero no la de sus compatriotas, porque el Ministerio de Defensa consideró entonces contraproducente difundirla en España.

Los cinco años transcurridos desde que, el 8 de noviembre de 1992, la primera agrupación de la Legión desembarcó en el puerto croata de Split han dado pie a muchos episodios, algunos más heróicos que otros.

Los bombardeos de la primavera y el verano de 1995, en los que cazas F-18 españoles actuaron codo a codo con los de EE UU, fueron la primera acción ofensivadel Ejército español en cuatro décadas, mientras que el secuestro de tres oficiales, a los que se dio por muertos durante 48 horas, mantuvo en vilo al país en septiembre de ese año.

Unos 15.000 soldados (300 de ellos mujeres) han formado parte de los once contingentes que, sin solución de continuidad, se han relevado en la zona, primero con la boina azul de la ONU y luego con el casco menos complaciente de la OTAN. Esa cifra hay que multiplicarla por dos si se suman las tripulaciones de los buques que han patrullado el Adriático, los destacamentos aéreos desplegados en la base italiana de Aviano o los equipos de la Guardia Civil en el Danubio y Mostar.

La misión ha costado hasta ahora a España casi 100.000 millones de pesetas, de los que la ONU sólo devolvió al principio una mínima parte, pero este precio resulta insignificante si se compara con la muerte de 18 personas (16 soldados, un intérprete croata y una cooperante de Médicos del Mundo) o con los 122 heridos graves.

La guerra de Bosnia ha marcado a varias promociones de militares españoles (casi 1.500 mandos han repetido la misión); aún es pronto para saber si su influencia será comparable, en sentido contrario, a la que tuvieron las campañas de Marruecos en los africanistas de los años 20.

Su labor humanitaria ha mejorado sustancialmente la imagen de las Fuerzas Armadas, si bien no ha impedido el auge de la objeción ni la liquidación por derribo de la mili obligatoria.

Y, aunque han dejado de ser noticia y las visitas de autoridades o personajes famosos, tan frecuentes al principio, se han ido haciendo cada vez más espaciadas -sigue pendiente la del jefe del Estado-, los soldados españoles se preparan para pasar su sexta Navidad en Bosnia.

No será la última.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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