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San Martín de la Warner

El desembarco de la multinacional estadounidense revoluciona la vida del 'valle de las alcachofas'

San Martín de la Vega, es un pueblo de 9.600 habitantes que vive de la tierra. Sus fértiles vegas a orillas del río Jarama, donde se cultivan las hortalizas que han valido a la zona el sobrenombre de valle de las alcachofas, contrastan con las peladas colinas donde no crecen más que cardos y que la industria araña para extraer bentonita, una arena utilizada, entre otras cosas, para que los mininos hagan sus necesidades.No es precisamente un pueblo que tenga enfocados sus ingresos en el turismo. Carece de tren, hotel y hostal, y jamás se ha visto por allí un establecimiento de comida rápida. Por no tener, los bares del pueblo no tienen ni menus del día para los visitantes. Pero ahora los tiempos han cambiado y vecinos, comerciantes y Ayuntamiento aspiran a incorporar a su censo a Bugs Bunny, el conejo más famoso del mundo; al pato Lucas y al cerdito Porky. Es la revolución.

El mundo fantástico de la Warner será realidad en San Martín de la Vega en el año 2000. El parque de ocio ocupará una extensión de 500 hectáreas. A pleno rendimiento supondrá la creación de 1.500 empleos. Se calcula que la población de San Martín crecerá hasta los 15.000 habitantes.

Ante esta perspectiva, 50 comerciantes locales han constituido la Unión de Profesionales y Empresarios (UPE). Y ya tienen una primera medida: cobran en euros. "Hemos calculado que un euro vale unas 165 pesetas. Pretendemos que los comerciantes se acostumbren a lo que venga", explicó un portavoz de la UPE.

La magnitud del cambio que se avecina tampoco asusta al alcalde, Juan Carlos Vállega, del PSOE, que ya se ha puesto manos a la obra: "Tenemos dos años para prepararnos. Haremos que el ferrocarril llegue al pueblo y construiremos una autovía que conecte con la carretera de Andalucía", vaticina.

En el pueblo hay 550 parados, el 12% de la población activa. De ellos, 320 son mujeres y 230 son hombres. Los jóvenes son mayoría:.. hay 250 desempleados menores de 29 años. "Con el parque se crea un tipo de empleo que da salida al sector más perjudicado en el pueblo, el de las jóvenes", explica esperanzado el alcalde.

Pero la llegada del parque de ocio al pueblo también ha suscitado la polémica. Unos piensan que acabará con la tranquilidad que pace por sus huertas. "Me tendré que marchar a otro pueblo", apunta una madre que pasea a su hija en un cochecito. "A ver si nos va a llegar todo lo malo que hay por ahí", se pregunta, cargado de sospechas, Gabriel Rubio, de 68 años. Rubio es agricultor desde que aprendió a andar. Enfundado en un mono azul, su ropa de labranza, y con la gorra bien ceñida, pedalea en su vieja bicicleta por las desérticas calles del pueblo camino de la huerta. "Espero que esto no se convierta en otro monstruo industrial", comenta preocupado.

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