Minimo juego, maxima eficacia
Pésima actuación del Barça, que se aprovechó del exceso de vértigo del Madrid
El peor Barça de los últimos tiempos consiguió una gran victoria en Chamartín. Qué contradicción. La misma que persigue al Barça desde el comienzo del campeonato. Su fútbol es pésimo en todos los órdenes, pero su distancia sobre el Madrid es de siete puntos, un margen de maniobra notable para el equipo azulgrana. El Madrid hizo todo lo necesario para llevarse al Barça por delante. En realidad, ése fue el problema. Víctima de su fútbol febril, se ofuscó en situaciones favorables, con el rival destrozado y el gol a punto.Pudo golear al Barça y salió derrotado. A veces, el exceso de ebullición provoca efectos indeseables.El Barça preparó un partido para esperar y explotar la velocidad de sus delanteros. Van Gaal intentó sabotear el juego del Madrid con varios marcajes al hombre, uno de los cuales definía los intereses del Barça. Reiziger salió para tapar a Raúl. Es decir, se trasladó a la posición natural del medio centro. Esta ficha movía -a las demás, especialmente a De la Peña que se fue a la derecha y luego a la ducha, porque allí no pintaba nada. De esta manera, el Barça renunció de salida a un partido frontal, porque Reiziger marca pero no tiene criterio con el balón. Todo lo demás se diseñó en la mis ma onda, marcajes individuales de Ferrer a Suker, de Sergi a Mijatovic. Esta preocupación por perseguir se extendió a todo el equipo, incluso a Stoichkov, que tuvo un papel más destacado en la persecución de Panucci que en correr la banda izquierda.
Si la intención era marcar y contragolpear, el gol de Rivaldo abundó en ese argumento. Por su diseño y por su efecto, la jugada reforzó el interés del Barça en seguir la línea prevista. Fue una acción rápida, mal controlada por Amavisca, que despejó mal, y por Roberto Carlos, que se quedó fuera de foco, como volvería a suceder con frecuencia durante todo el partido. Figo se encontro con espacio para correr y para elegir el centro. ¿Al primer o al segundo palo? Al primero, y allí llegó Rivaldo con decisión y con la bula de Sanchis y Hierro, que se quedaron quietos.
El gol se produjo en la primera llegada del Barça. Primera y única durante mucho tiempo. Hasta el segundo tiempo, el Barça no, volvió a asomar la nariz por el área madridista. Con el ahorrito del gol aguantó como pudo el impulsivo ataque del, Madrid, que apretó con ganas y puso en graves dificultades a los defensores azulgrana, que eran todos. La cuenta de ocasiones del Madrid fue numerosa, lo que habla de los problemas defensivos del Barça. Hesp salvó un mano a mano con Mijatovic en el primer minunuto y desvió un remate de Seedorf poco después. Suker cruzó demasiado un tiro después de superar a Ferrer. En realidad, cualquiera que superara a su marcador estaba en condiciones de hacer una avería. Lo normal fue observar. a varios defensas del Barça amontonados y no demasiado organizados en su área. Por eso el Madrid Regó con frecuencia: Hesp rechazó in artículo mortis un cabezazo de Suker y Sergi sacó un remate de Hierro.
El Madrid tiraba con todo, aun que en su maquinaria se veían piezas defectuosas. Antes de protagonizar la maravillosa jugada del segundo gol, Redondo apenas tuvo presencia en el juego. Le tapó Oscar, que hizo un trabajo silencioso y perfecto en este aspecto. Amavisca penó en la banda izquierda y Roberto Carlos dejó un mundo a su espalda. El Barça observó la vía. de agua, pero no la aprovechó. Tampoco funcionaba Raúl, perseguido febrílmente por Reiziger. Pero Raúl es un futbolista de ley y siempre encuentra tiempo para entrar en escena. Su primera intervención de mérito se produjo en el empate. Un gol de delantero, que es la verdadera naturaleza de Raúl. Un gol tan viejo como el fútbol. Y ésos los aprovecha Raúl mejor que nadie.
Producía perplejidad la facilidad del Madrid para alcanzar el área y generar oportunidades. Y quizá los más perplejos eran los jugadores madridistas, que buscaban el gol de manera compulsiva, con una frecuencia inesperada en un duelo con el Barça. Todo era tan sencillo que había una especie de mal vértigo en el juego del Madrid. No se buscaron demasiado los costados, ni se utilizó la pausa para observar las numerosísimas, fisuras en la defensa del Barea. Defensa por decir algo, porque el Barça fue una pena en todos los sentidos. Y en el defensivo también. Pero su eficacia fue extraordinaria. Un minuto después del gol de Raúl, Luis Enrique anotó el segundo. Le debió saber a gloria. Lo celebró a lo grande ante la ira de la hinchada madridista, que le tiene como persona no grata.
Al gol de Luis Enrique sucedió el torbellino del Madrid, con remates de todos los colores y con la sensación de que el empate era inminente. Vino en una espléndida acción de Redondo, que dejó tirado a Ferrer con un quiebro y puso el balón perfecto para el remate de Suker. Remate formidable, por cierto. Aquí se produjo un momento crítico del encuento. El Madrid decidió que aquello se ganaba al asalto y pudo hacerlo en varias oportunidades, pero su embestida perjudicaba severamente el orden del equipo. Demasiado vértigo, demasiado ímpetu, demasiado temperamento. Y un punto de insensatez que se concretó en el tercer gol del Barça, que estaba para sopitas y se encontró con la victoria en una jugada mal llevada por el Madrid.
El Barça salió de Chamartín con una victoria que vuelve a abundar en la distancia que existe entre su decepcionante juego, y la excelencia de los números.
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