El Papa condena el antisemitismo y exculpa a la Iglesia católica
"Israel es el pueblo de la afianza con Dios", dice el Pontífice
El Papa condenó ayer el antisemitismo, pero exculpó históricamente a la Iglesia católica. El pueblo de Israel vuelve a ser el pueblo elegido, al menos para la Iglesia. El catolicismo ve en el hecho de que Jesucristo fuera judío no un dato "cultu ral contingente", sino la prueba de una alianza de Dios con Israel. El Papa fue más lejos al afirmar: "La existencia del pueblo de Israel no es un hecho natural ni cultural, es un hecho sobrenatural. Ignorar esto es recaer en una herejía ya condenada por la Iglesia".
Juan Pablo II pronunció esas palabras ante los 60 teólogos que participan en el seminario especial sobre las Raíces del antijudaismo en el ambiente cristiano, que comenzó el jueves en el Vaticano y concluirá hoy. A las puertas del Tercer Milenio y en el camino preparatorio del Jubileo del Año 2000, Karol Wojtyla se ha propuesto volver una "mirada lúcida hacia el pasado", según explicó el Pontífice ayer mismo, para examinar los errores que han oscurecido una larga etapa de la historia y lograr así, "una purificación de la memoria".El examen de las relaciones entre cristianismo y judaismo no podía hacerse sin un reconocimiento expreso y políticamente correcto del antisemitismo alentado por una religión que vio al pueblo judío como el responsable de la muerte de Cristo.
Ausencia de judíos
Sin embargo, los esfuerzos de Karol Wojtyla han tropezado con la frialdad de los dirigentes de la comunidad judía italiana que han criticado precisamente la ausencia de judíos en el seminario teológico-histórico vaticano, que se desarrolla en la Casa Santa Marta -las dependencias que acogerán a los cardenales en el próximo cónclave- presidido por el teólogo personal del Papa, George Cottier.El Centro Wieshental, una organización especializada en desenmascarar nazis y en esclarecer las responsabilidades de políticos, prelados y ciudadanos de a pie en el Holocausto, ha escrito a Juan Pablo II reclamándole que abra los archivos sobre el Pontificado de Pío XII, en la convicción de que no sirven de nada las declaraciones de buenas intenciones, ni los mea culpa entonados sin nombre y apellidos.
En su discurso de ayer, el Papa se ha limitado a reconocer la responsabilidad, no de la Iglesia, sino del mundo cristiano con su "errónea" interpretación del Nuevo Testamento, en el desarrollo del antisemitismo, pero no ha formulado palabras de perdón. El mea culpa, explican los expertos vaticanistas, llegará más tarde, cuando el Pontífice lo considere oportuno. "En efecto, en el mundo cristiano, no digo por parte de la Iglesia en cuanto tal, algunas interpretaciones erróneas e injustas del Nuevo Testamento, relativas al pueblo judío y a su pretendida culpa han circulado durante demasiado tiempo, generando sentimientos de hostilidad hacia este pueblo".
Según Wojtyla, estas "interpretaciones erróneas" han adormecido muchas conciencias, de modo que cuando comenzaron las persecuciones antisemitas que habrían de culminar con el Holocausto perpetrado por los nazis, 'Junto a cristianos que han hecho todo lo posible por salvar a los perseguidos, arriesgando incluso sus vidas, la resistencia espiritual de muchos no ha estado a la altura de lo que la Humanidad podía esperarse de los discípulos de Cristo".
A tenor de las palabras del Pontífice no basta ya rechazar la idea de la eterna culpa del pueblo judío para estar en sintonía con la doctrina cristiana. "Aquéllos que consideran el hecho de que Jesús fuera hebreo y su vida se desarrollara en un ambiente judío como un simple hecho cultural contingente, un dato que podría sustituirse con cualquier otra tradición religiosa de la que la persona del Señor podría proceder sin perder la propia identidad, no sólo desconocen el sentido de la historia de la salvación, sino que atacan radicalmente la propia verdad de la Encarnación".
Detrás de este análisis de Wojtyla, late el espíritu de un Pontificado que desea acelerar las relaciones entre cristianos, hebreos y musulmanes. Después de todo, Juan Pablo II ha sido el primer Papa en pisar una sinagoga, la de Roma, y ha elevado a los altares a un sacerdote alemán que durante el nazismo se atrevió a condenar los incendios de sinagogas y las persecuciones de judíos.
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