El acebuche
En sus comentarios poselectorales, Manuel Fraga me lo quitó de la boca, o mejor dicho de la pluma: el Olivo anunciado en las elecciones gallegas se ha convertido en un simple acebuche, un olivo silvestre que apenas da frutos. Esta es su versión de las cosas, que quizá merezca algunas correcciones. La primera, que de entrada el fracaso estaba garantizado, si bien con menores dimensiones, y así lo escribimos muchos, aun antes de empezar la campaña, al mantenerse el PP y ser seguro el ascenso del BNG. Por no mencionar la endeblez del candidato, al menos en su imagen: oponer un ex ministro tan gris a Fraga era firmar de antemano la propia derrota. Si a esto sumamos la desgraciada presencia de Felipe González interpretando su número personal desde una posición política no determinada, y sobre todo la acción rompedora de Anguita, que tras la contramanifestación recurre a la contracampaña, deshaciendo las esperanzas que pudiera haber suscitado la causa común, lo ocurrido puede explicarse sin dificultad alguna.Posiblemente, también Joaquín Almunia lo sabía de antemano, pero se encontraba en la posición del participante en un juego de suma negativa, de pérdida segura. No podía profetizar malos resultados en unas elecciones aún por celebrar pero al confirmarse los mismos, su precio político lo pagaría él. Ahora se enfrenta con problemas más graves que hace dos meses. El primero, la definición precisa del papel político que ha de jugar Felipe González, que visiblemente no se resigna a acaparar el protagonismo en cada aparición pública. El segundo, heredado, las secuelas del GAL, que tiene mucho que ver con lo anterior. Y por fin, el temor a que el desgaste experimentado en Galicia se traduzca en un efecto dominó en las elecciones vascas y catalanas. Acierta Almunia al advertir que la rectificación tiene que producirse sin esperar a que todo se solucione en 15 días de campaña. Y en señalar el papel en alza del nacionalismo, triunfante en su última versión de la cantinela sobre la Galiza asoballada.
Y está Anguita, con su IU recién depurada de demócratas. Puede parecer un personaje folclórico, procedente de otra galaxia política, a mitad de camino entre el sóviet y el morabito; de ahí su fracaso espectacular en el ensayo positivo del sorpasso o al buscar votos en Galicia. Pero su capacidad de destrucción no es desdeñable y eso explica el "respeto" que inspira su "coherencia" a la derecha. ¡Como que gracias a él gobierna el PP en numerosas administraciones con mayoría de votos de izquierda! Y ahora ha tomado sobre sí el cometido de impedir y destruir toda iniciativa orientada a la reestructuración de la izquierda que no pase por IU, es decir, por Julio Anguita como protagonista.
Por lo visto en su descalificación de Esquerda Galega, la obsesión por el programa se inscribe en el repertorio de argucias de la burocracia soviética: cuando negociaban en Moscú tras la invasión los hombres de la Primavera de Praga, los rusos presentaron su diktat en forma de acuerdo, e invitaron a los checos a hacer sus observaciones; éstos las formularon y al llevarlas, Suslov las rechazó sin siquiera una mirada. Igual que Anguita cuando le propusieron discutir. El programa es el simple pretexto del dictador. Ahora, cumplida la misión, que no era otra que favorecer el fracaso de la coalición de izquierdas, a vivir sosegadamente en el gueto de la alternativa pura ante el beneplácito de un PP que considera imprescindible esa congelación de voto para conjurar amenazas electorales por el flanco siniestro. Resultaba comnovedor ver en la noche electoral de Tele 5 cómo Federico Jiménez Losantos lamentaba el "intento de desestabilización" que sufriera IU; al día siguiente, Víctor Ríos le servía de eco.
No es sólo eso. Para compensar su propia anulación como fuerza política en la izquierda, IU tiene que poner énfasis en su carácter de supuesta alternativa, de organización antisistema. Está ya en marcha la operación contra el "reformismo" sindical de CC OO. Además, aquí y allá IU se sumará ciegamente a cualquier causa que le proporcione ese aval, sea la promoción del populismo asturianista o la declaración en Euskadi de que el estatuto está agotado. En este sentido, Ezker Batua estuvo presente en el acto de Gernika donde el jefe de ELA lanzó tal propuesta, en la vía de la independencia vasca. ¿Serán expulsados, suscribirá Anguita la declaración o se impondrá el federafismo, tan practicado en Galicia? ¿Con el PSOE no, con HB sí?
Así las cosas, vale la pena mantener la esperanza en el acebuche, un árbol que, al menos por su experiencia en Menorca, soporta cualquier viento adverso y puede acabar configurando un paisaje.
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