Encuesta
El buzón de mi casa se sigue llenando de las más variadas ofertas. El buzón de mi casa, a poco que me descuide, se pone a reventar. Frecuentemente el correo luce desbordante, los sobres apenas pinzados por una esquina y a punto de caer, mientras la publicidad se encuentra dentro, a buen recaudo. Se nota que los distribuidores de publicidad madrugan. La publicidadde mi buzón es variopinta. También contradictoria. Podría. decirse que se trata de una publicidad de amplio espectro. Allí desde el traje de confección que se ajustará a las medidas de mi esbelta figura hasta un curioso bálsamo que posee virtudes crecederas. Allí desde las cien mejores coplas del cante flamenco hasta una caña de pescar. Allí desde planes de pensiones hasta un juego de anillas para amarrar cerdos. De todo me ofrecen los publicitarios. Lo cual revela que desconocen mis gustos, mis inquietudes y mis ingresos, y tiran a discreción.
Hay dos ofertas que me llegan con tenaz insistencia: una universidad norteamericana de alto standing para la educación de mis hijos y las novedades en aparatos para sordos. "¡Se acabó la sordera!", proclama uno de los lujosos folletos que entran semanalmente en mi buzón. "¡Los hijos de un alto ejecutivo como usted deben estudiar en USA!". Este segundo anuncio me induce a pensar que los publicitarios me han tomado por los Albertos. Y sospecho que al buzón de los Albertos les llega la oferta de "Se arreglan americanas, se zurcen pantalones, se pegan botones, se cogen cremalleras", que me corresponde.
El anuncio de la sordera sospecho que viene de cuando el padrón. Una chica acudía a casa para recogerlo, le dije varias veces que aún no lo tenía formalizado, y la última de ellas se marchó anotando algo. Yo creo que puso "Este tío debe de estar sordo". Y alguien de esos que filtran los datos de las encuestas lo tomó al pie de la letra.
Dirigir la publicidad a ciegas supone obtener una rentabilidad aleatoria de sus fuertes costes, lo que les supone un serio problema a los inversores. Pero se va a acabar. Una empresa ha emprendido la tarea de averiguar quién es y en qué se lo gasta el vecindario; sus circunstancias familiares, posibilidades económicas, tiendas donde compra, marcas preferidas, bancos, créditos y cuanto quepa imaginar.
Lo ha hecho a lo grande y por la vía directa. Recientemente ha aparecido en mi buzón un cuestionario titulado Estudio sobre el consumo de los hogares españoles, con 175 preguntas, cada una de ellas desarrollada en una profusa exposición de alternativas, lo que da un cuestionario real de unas 2.000 preguntas. El formulario inquiere sobre múltiples aspectos de la vida familiar; uno de ellos, si vive conmigo una persona mayor. Un amigo, al que en otra encuesta le hicieron la misma pregunta -"¿Vive con usted alguna persona mayor?"-contestó: "Sí, mi mujer". Cuando se enteró su mujer, por poco le cuesta la vida.
No se para en barras la encuesta: nombre y DNI, cónyuge, hijos, edad, estudios, profesión, vivienda, con fecha de construcción y equipamiento, proyectos de compra de otra. vivienda, precio, cantidad que pedirá a crédito, gasto en licores, en yogures, arroz, aceite y demás vituallas, precocinados y congelados, ropa, golosinas de los niños...
El cuestionario a nadie obliga, por supuesto, si bien deberían pagar por rellenarlo, pues lleva horas y, además, quien lo haga habrá entregado al encuestador su retrato, su biografía, su radiograrla y hasta sus ent rañas, con un cúmulo de confidencias- que seguramente no conocen ni los más íntimos.
No enviaré cumplimentada la encuesta porque bastante feo es uno como para encima irlo pregonando. Ahora bien, tampoco la voy a tirar a la basura. Antes al contrario, me ha de ser de enorme utilidad. Contestada en privado, supondrá hacer un alto en el camino proceloso; será una reflexión profunda acerca de mi propia vida y la de mi familia; una purgación de nuestra economía; un minucioso desglose de lo que son verdaderas necesidades o simples compulsiones compradoras incitadas por la propaganda. Y todo ello me permitirá saber -¡al fin!- en qué se va el sueldo.
A la empresa encuestadora, de todo corazón: gracias.
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