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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hacer oposición

EL ESTREPITOSO fracaso electoral del PSOE en las elecciones gallegas ha sido algo más que un accidente político localizado e impone a los dirigentes socialistas una reflexión a fondo sobre las estrategias políticas desarrolladas desde las elecciones generales de 1.996. Existen, por supuesto, razones locales que explican la apabullante victoria de Manuel Fraga o el ascenso al segundo puesto del Bloque Nacionalista Galego. Pero el PSOE ha fracasado en Galicia, fundamentalmente, porque tuvo un mal candidato, realizó una mala campaña electoral y porque no supo hacer oposición durante los cuatro años anteriores. De no rectificar, el PSOE puede repetir la experiencia de Galicia en otras comunidades autónomas y ayuntamientos, dañando seriamente sus posibilidades en elecciones generales.Lo ocurrido en Galicia ha sido sintomático, pero no le ha llegado en mal momento al PSOE, que aún tiene tiempo para reaccionar. El lastre más pesado para el partido que ahora dirige Joaquín Almunia es -junto al peso de los escándalos del pasado- una renovación hasta ahora demasiado timorata. Es verdad que el 23º congreso del partido sustituyó a Felipe González en la secretaría general, distanció a Alfonso Guerra del control efectivo del partido y produjo una renovación en la cúpula de la organización. Pero este impulso renovador no puede limitarse a la línea directiva nacional, debe llegar plenamente a las maquinarias burocráticas del partido, a unos aparatos a menudo controlados por dirigentes históricos que han cerrado el paso a nuevas generaciones.

No se han ensayado fórmulas novedosas para acrecentar el acercamiento a los ciudadanos y contribuir a desbloquear situaciones como el recurso a elecciones primarias -entre militantes del partido y también votantes externos- para designar a los candidatos que en cabezan las diferentes listas. No obstante, es una posibilidad en estudio entre los socialistas catalanes que permitiría superar las resistencias de los viejos aparatos.

La serie de congresos de las federaciones regionales se cerró ayer con los de Canarias y Madrid. De momento se han dedicado a renovar sus cúpulas antes que a designar candidatos a elecciones. ¿Se está rompiendo un molde, separando los altos cargos del partido de los candidatos electorales? Es pronto para decirlo. Lo único que cabe constatar es que, hoy por hoy, y salvo excepciones, el PSOE es un partido sin candidatos a Gobiernos autónomos ni a ayuntamientos de relieve como el de Madrid. Y con un autoexcluido candidato a la presidencia del Gobierno, Felipe González, que sigue siendo un activo esencial del PSOE, pero que aún no ha encontrado su lugar adecuado.

El congreso de la Federación Socialista Madrileña (FSM) ha demostrado aún serias fisuras entre los llamados guerristas y los renovadores. Aunque han triunfado estos últimos, se echan en falta nombres verdaderamente nuevos y de peso, nuevas estructuras, mensajes adecuados y, una vez más, ganas de hacer esa dura e ingrata tarea que es la oposición, especialmente para aquellos que han gozado de poder efectivo durante bastantes años. Joaquín Almunia parece avanzar con calma y tesón en el control del partido, con respeto a la democracia interna, pero el calendario electoral -municipales, autonómicas, generales- no le da demasiado tiempo.

Pero, más allá de las personas, es evidente que el PSOE tiene que elaborar un mensaje volcado hacia el futuro, distinto del actual, anclado aún en la defensa de la gestión del pasado. Un mensaje que pueda ser asimilado por las nuevas capas urbanas de profesionales y asalariados, y que al modernizar el contenido ideológico del capitalismo social -el Estado del bienestar- le lleve a recuperar votos del centro. Hoy por hoy, por descender a cuestiones concretas que demuestran la debilidad del mensaje político socialista, el PSOE carece de reclamos electorales tan potentes como la rebaja del IRPF planteada -aunque sea mal- por el PP. No lo sena, desde luego, la reforma constitucional que propone Alfonso Guerra para frenar las constantes reivindicaciones de los techos autonómicos. No obstante, la evolución del Estado de las autonomías es una cuestión central en la que el PSOE está obligado a ofrecer una visión clara.

Pasar del Gobierno a la oposición no le ha resultado fácil, ni en el Parlamento, ni en las autonomías, ni en muchos municipios. 1 Salvo en la defensa de las libertades, sumada a algunos golpes de efecto como el protagonizado por Almunia en el reciente debate sobre los Presupuestos, los socialistas dan excesivas muestras de no saber hacer oposición. El PSOE, partido con voluntad de poder, debe ponerse a esta difícil tarea a la vez que renueva personas, estructuras y mensajes. Sólo así recuperará posibilidades de gobernar y dependerá de sí mismo, no sólo de los errores del partido en el poder.

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