¿Que nos ha pasado a los socialistas?
Las elecciones gallegas del pasado día 19 han ratificado varia! cosas que el sentido común y el conocimiento del país hacían suponer:La primera es que los ciudadanos quieren que en cada elección se les hable de lo que está en juego. En las elecciones autonómicas gallegas hay que hablar de Galicia. Si los partidos de ámbito estatal quieren contrarrestar el crecimiento de los partidos nacionalistas lo pueden conseguir con fundamentos Políticos.
Y el primero que tienen que utilizar es dejar que la formulación de cada uno de los proyectos territoriales, regionales, nacionales se dé en su seno con amplitud, se emita con claridad al electorado y penetre la cultura de la organización.
El socialismo en Galicia incorporó el gallaguismo como un eje de su aportación a la construcción del país desde la recuperación de la democracia. Sin embargo, en los últimos años esa trayectoria se ha diluido hasta el extremo de que, en cierta medida y en algún caso, el perfil de nuestra opción se ha construido "contra" elementos básicos de la cultura de Galicia (la lengua, por ejemplo) y de su estructuración colectiva (el localismo).
El Partido Popular, en cambio, ha sabido "integrar", a su manera, esa identidad entre país y representación política y, evidentemente, el Bloque Nacionalista Galego (BNG) ha aprovechado el espacio que los socialistas hemos abandonado como elemento aglutinador de la identidad galleguista no conservadora.
Renunciar al espacio galleguista en una coyuntura política nacional como la presente es tácticamente erróneo; pero haberlo perdido por no creer en él es imposible de disimular.
La segunda es que los proyectos políticos se deben experimentar con oportunidad y sobre la base de la realidad sociológica de cada lugar. En Galicia, desde luego, el electorado se mueve mayoritariamente en el espacio del centro y, aun cuando se, alinee en posiciones de izquierda, no acepta fácilmente mensajes improvisados o fuera de lugar.
Con un Partido Popular que alcanza más del 50% de los votos y sin ninguna fuerza política intermedia, el PSdeG tenía que crecer (si quería tener vocación mayoritaria) captando el voto del centro progresista, que se da esencialmente en las ciudades. En vez de organizar nuestra oferta dirigiéndonos preferentemente a ese electorado, como somos capaces de hacer en las elecciones generales y en las municipales, se ensayó una coalición de izquierdas que hizo complicado acceder al centro progresista (al cual, en cambio, se dirigió con total claridad el Bloque Nacionalista Galego).
Para colmo, las posibles utilidades de la coalición han sido arruinadas por el conflicto entre Esquerda Galega e Izquierda Unida. Gran parte de nuestro mensaje electoral, en vez de centrarse en lo que afectaba a Galicia, se ha convertido en un debate general sobre los problemas de la unidad de la izquierda española, cosa que aún ha alejado más a una parte importante de nuestros votantes potenciales y, seguramente, regocijado a nuestros adversarios políticos.
La tercera es que para desgastar a un Gobierno no llega con atacarlo desde la oposición confiando en que sus errores y la simple labor del tiempo son aliados suficientes.
La oposición política consiste, esencialmente, en construir una alternativa creíble para los ciudadanos. Ése es un trabajo lento, que no se improvisa en una campaña electoral, sino que se alcanza con una rigurosa acción política, con una normalización de la vida orgánica, con una presencia coherente en la sociedad y un diálogo fluido con ella.
También exige concretar y explicitar los elementos de acuerdo (y no sólo los de divergencia) con las otras fuerzas políticas y marcar claramente ofertas programáticas y de proyecto diferenciadas. Requiere, también, que el ciudadano vea como real y posible la alternativa, personalizándola en líderes consolidados.
Es cierto que, en determinadas coyunturas, la oposición también desgasta, pero si el desgaste alcanza las magnitudes que se han derivado de las elecciones gallegas es necesario reconocer que la cuestión no es coyuntural. La hegemonía política que el Partido Popular ha conseguido mantener por tercera vez consecutiva y el castigo electoral que supone para el PSdeG-PSOE haber perdido la posición de primer partido de la oposición en favor de una opción nacionalista vista como "radical" hasta hace muy poco, pone de relieve la falta de una acción política coherente de los socialistas gallegos tanto en nuestro ámbito interno como en nuestra presencia social.
Estas reflexiones han sido formuladas por algunos socialistas antes del último Congreso del PSdeG-PSOE y, aunque se han incorporado nominalmente a las resoluciones del mismo, no han sido tenidas en cuenta.
La pertenencia a los partidos implica, si es seria y leal, la inexcusable solidaridad con los fracasos. Las consecuencias de los errores que cometen los que dirigen deben ser asumidas y administradas por todos. Pero no así la responsabilidad de haberlos cometido.
Podríamos decir que el pasado del PSdeG-PSOE acabó el día 19 de octubre y que el mismo día se abrió. su futuro. Las ideas de un proyecto socialdemócrata, galleguista, moderno, encuadrado en un contexto solidario con España, con Europa y con el mundo, en el seno de una organización como el PSOE y articulado, por ello, sobre bases no nacionalistas, son necesarias para el futuro de Galicia. Sólo que ahora debemos partir de una modesta posición como tercera fuerza política y, como el Grupo Parlamentario Socialista dispondrá de 13 diputados porque los otros dos obtenidos por la coalición se integrarán en el grupo mixto, con una cuarta fuerza más a la izquierda que antes no tenía presencia parlamentaria.
A pesar de esas dificultades, muchos ciudadanos y responsables políticos estamos dispuestos a trabajar por esas ideas y esa organización. Pero para que ese futuro se dé es indispensable clarificar las responsabilidades y detectar los errores cometidos para no volver a incurrir en ellos. Sobre esa base será posible reconquistar una posición de liderazgo social y político para el PSdeG-PSOE.
La legitimidad de volver a ilusionar con las ideas de futuro, solidaridad, modernidad (y no otra cosa) es lo que dará de nuevo en su día buenos resultados electorales.
Y en esta tarea, como debió de haber sucedido siempre, tenemos que estar comprometidos todos los socialistas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Nacionalismo
- Opinión
- Elecciones Gallegas 1997
- Coaliciones electorales
- Política nacional
- PSdeG-PSOE
- Comunidades autónomas
- BNG
- PP
- Política municipal
- Administración autonómica
- PSOE
- Política autonómica
- Ideologías
- Administración pública
- Sociedad
- Elecciones Gallegas
- Galicia
- Elecciones autonómicas
- Elecciones
- España
- Coaliciones políticas
- Partidos políticos
- Política