La Real arrasa en Oviedo
Los de Krauss lograron la goleada de la temporada
La Real Sociedad fue ayer, en Oviedo, la versión cantábrica del ciclón. Es decir, una especie de galerna que arrasó al equipo de Tabárez. Todo el orden, toda la seriedad y el criterio que había mostrado el Oviedo hasta ahora saltaron por los aires ante un rival dinámico, ambicioso y con gotas de calidad exquisita. Todo eso puso ayer la Real en el Carlos Tartiere, donde ganó y convenció. Si no es flor de un día, ojo a este equipo.La Real Sociedad pudo haber encontrado ayer el camino hacia empresas mayores. Hasta ahora era un equipo rocoso, con una defensa y una medular disuasorias, y que tenía en De Pedro al encargado de desequilibrar. Pero De Pedro jugaba pegado a la raya y dependía en exceso de sus compañeros. Desde ayer, sus compañeros dependen de él. Krauss le colocó en el vértice del rombo que forma en el centro del campo y el futbolista hizo el resto.
De Pedro rompió el partido a los cinco minutos con una asistencia aprovechada por De Paula. Y siguió marcando la pauta hasta que inició la jugada del segundo gol, que tuvo un colofón lujoso gracias a la precisión de De Paula y la contundencia de ldiakez. Es curioso que un jugador de enganche fuese la clave de la Real, y su ausencia, una rémora para el Oviedo. En el esquema de Tabarez no se contempla la figura del mediapunta y eso crea problemas cuando el equipo tiene que asaltar una defensa tan bien montada como la de la Real Sociedad. Entre los pivotes, Onopko y Paulo Bento, y los delanteros hay demasiados metros.
El Oviedo nunca pareció capaz de reaccionar. La Real Sociedad le cerró todas las vías de acceso sin necesidad de recurrir al histórico cerrojo de Benito Díaz. En realidad, el balón estuvo siempre alejado del área visitante. Y cuando lo tenían, los donostiarras buscaban a De Pedro, y éste conectaba con ldiakez y De Paula, que fueron dos delanteros ágiles, peleones y certeros en el remate. Al principio, extrañaba ver en el banquillo a Kovacevic y Craioveanu. A la media hora, los extrañados debían ser los extranjeros ante la exhibición de sus compañeros.
En los últimos minutos, la Real Sociedad hizo un hueco para el virtuosismo. Así elaboró las jugadas de los dos últimos goles. Pero por ahí también perdió la oportunidad de engordar un marcador que pudo haber sido escandaloso. Era suficiente. El Oviedo estaba muerto y sólo pendiente del reloj para que acabase la tortura. El último cinco de un visitante en el Tartiere le costó el cargo a Juan Manuel Lillo. Ayer Tabárez apenas escuchó tímidas protestas que nacían de la impotencia de los aficionados oviedistas. La Real se fue de Oviedo con un resultado que no deja lugar a dudas y le sitúa en la rampa de lanzamiento hacia objetivos mayores.
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