Menos gurús y más políticos
Gran Bretaña tiene un nuevo primer ministro laborista y un nuevo proyecto para remover de arriba abajo el sistema educativo y recomponer la sociedad compasiva (en el sentido de compartir pasión, no de caridad) que destruyó el thatcherismo.Francia tiene un nuevo primer ministro socialista y un nuevo proyecto para remover de arriba a abajo el mercado laboral y recomponer una sociedad que no excluya a amplios sectores de jóvenes. Quizás, toda la Unión Europea sea capaz, en la cumbre extraordinaria del próximo mes de noviembre, de dotarse de un nuevo proyecto capaz de cohesionar a millones de ciudadanos en la búsqueda de trabajo y solidaridad.
No resulta extraño que algunos comentaristas europeos crean que ha llegado la hora de reducir el número de economistas-gurús y de ampliar la nómina de políticos comprometidos con los ciudadanos. Basta ya de expertos, la mayoría de ideología ultraliberal, que se han hecho, y se hacen millonarios, con libros que cortan la respiración del pobre ciudadano, asegurándole que no hay, otra solución que conformarse en la nueva era con paro, empleos-basura y menos seguridad social. Hay que repicar a muerto por todos ellos y abrir los oídos a quienes empiezan a reivindicar la política.
Especialmente si política significa también diálogo. Nadie duda que ya ha empezado una nueva era, en la que cambiarán muchas cosas que se creían inalterables. Pero precisamente porque es así, y porque la economía es el auténtico origen de esos cambios, resulta cada vez más evidente que nadie está en posesión de todas las claves.
Descalificar los intentos de la ministra francesa de Trabajo, Martine Aubry, por favorecer la creación de empleo -en lugar de intentar comprender su razonamiento- no sólo es deplorable; es angustioso. Como también produce angustia saber que la. ministra española de Educación "promete dar ordenadores a los escolares antes que Blair" (como recogía ayer un despacho de agencia) porque demuestra que alguien ha creído que se trata de una carrera para comprar pecés. ¿Es posible que nadie en ese ministerio se haya sentado a estudiar con cuidado, y con la mente abierta, los planes educativos del laborismo británico que constituyen, nada menos, que la médula de todo su programa político?
Hasta los gurús más obstinados (salvo alguna excepción) aceptan ya que el crecimiento económico europeo no será suficiente para absorber la gran masa de parados que existe. Y hasta los políticos más liberales saben que el sector privado y la competencia total no serán capaces de garantizar el acceso de todos a la salud, la educación, la seguridad o la vivienda.
"Cada vez que se confía esas tareas al sector privado se constata que se produce la exclusión de ciertas categorías de ciudadanos y que la calidad se reserva para los más favorecidos". La frase es de Martine Aubry, y seguramente la comparte Blair. Pero, más importante aún, es muy posible que también refeje el pensamiento del democratacristiano Helmut Kohl. En definitiva, que existan más políticos para los que los libros de los gurús ultraliberales son sólo 9ectura de aeropuerto", que se deja abandonada al llegar al punto de destino, que jefes de Gobierno, ministros y ministras que los subrayen aplicadamente y se los lleven de vuelta al despacho.
Sólo así, si el próximo mes de noviembre se reunen en Luxemburgo más políticos con ganas de hacer política que jefes de Gobierno sordos y anticuados, será posible que la Conferencia sobre Empleo suene a los ciudadanos como algo digno, precisamente, de una nueva era.
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