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Cardenal repesca a Úrculo para la Fiscalía Antidroga

El fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, propondrá al Gobierno el nombramiento de su predecesor en el cargo, Juan Cesáreo Ortiz Úrculo, como nuevo jefe de la Fiscalía Antidroga, cargo que lleva emparejado su nombramiento como fiscal de sala del Tribunal Supremo, la máxima, categoría en la carrera. Cinco meses después de su cese como fiscal general, Úrculo ha sido repescado, pues, para desempeñar la jefatura de una fiscalía en la que tendrá por vecinos -en el mismo edificio, cinco plantas más abajo- al grupo de fiscales rebeldes de la Audiencia Nacional que en poco menos de ocho acabó con él.Cuando todavía permanece abierta la crisis que Úrculo provocó con su gestión al frente de la Fiscalía del Estado, el Consejo Fiscal, 11 de cuyos 12 integrantes pertenecen a la Asociación de Fiscales -de la que Úrculo fue presidente-, votó mayoritariamente a su favor como nuevo fiscal jefe antidroga, cuya propuesta de nombramiento elevará Cardenal al Gobierno la próxima semana.

El resultado de la primera votación fue de siete votos para Úrculo, dos para el fiscal de lo Social del Supremo, Manuel Lamela, y uno para Antolín Herrero y Fernando Sequeros, fiscales de lo Penal del Supremo. Otros cuatro candidatos no obtuvieron ninguno. El fiscal jefe de Cádiz no pudo estar presente en la reunión.

El Consejo de Ministros destituyó el pasado 9 de mayo a Ortiz Úrculo del que fue el mandato más breve y accidentado de los últimos decenios. Como fiscal del Estado, Úrculo no dejó palo sin tocar. Se enfrentó a la Junta de Fiscales de Sala del Tribunal Supremo para forzar un cambio de criterio e imputar a Felipe González en el caso GAL y no sólo perdió el envite, sino que también se desmarcó públicamente del criterio de la cúpula de la carrera. Provocó el malestar de la Sala Segunda del Tribunal Supremo al llamar por teléfono a su presidente en plena deliberación sobre la imputación de González. Ordenó recurrir al Constitucional el auto de apertura del caso Filesa (supuesta financiación irregular del PSOE) y ni siquiera consiguió que se lo admitieran a trámite pese a ser fiscal de esa jurisdicción. Y envió a la Fiscalía Anticorrupción denuncias contra los empresarios Jesús de Polanco y Antonio Asensio cuando éstos se negaron a pactar con el Gobierno el fútbol de pago, pero no fue capaz de encontrar "encaje penal" para querellarse contra el parlamentario de HB Jaime Iribarren por amenazas a los jueces.

Pero Úrculo precipitó la verdadera crisis de la Fiscalía al remover de su cargo al fiscal jefe de la Audiencia Nacional, José Aranda, y entregársela al grupo de fiscales indomables. Ningún fiscal de prestigio se aventuró a meterse en tal avispero y menos al evidenciarse que las faltas muy graves detectadas por la Inspección entre ese grupo de fiscales iban a sancionarse con simbólicas "multas de tráfico", como las denominó el artífice de la rebelión, Eduardo Fungairiño.

La incapacidad de Úrculo para encontrar otro sustituto a Aranda que no fuera el ultraderechista Luis Poyatos y su falta de autoridad frente a los indomables, a los que redujo las sanciones casi al mínimo cuando le amenazaron con pedir colectivamente el traslado, precipitaron su fulminante cese por el Ejecutivo tras negarse a presentar su dimisión pese a que la ministra de Justicia, Margarita Mariscal, se la requirió repetidamente.

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