Los urogallos y los bereberes
En el refugio de Os Ancares, y en una vitrina de cristal, hay un urogallo disecado. La pita do monte, urogallo en gallego, es un ave mítica. Ha inspirado a muchos poetas del país y puebla las leyendas orales de aquellas montañas mágicas, que ha estudiado como nadie el hoy candidato de Os Verdes en la coalición progresista, Xurxo de Viveiro. El urogallo es casi inalcanzable pero se le mata fácilmente cuando está en trance amoroso. Al celebrar nupcias, su canto suena hermoso y conmovedor. Como la música de una boda real de la naturaleza. Pero en ese momento se paraliza y pierde todos los sentidos. Está indefenso.El urugallo disecado de Os Ancares fue abatido por un cazador llamado Manuel Fraga. Como a José María Aznar, a Fraga le gusta la poesía, pero donde haya una buena pieza de caza, que se quite el alejandrino polirrítmico.
Este acontecimiento está reseñado en las hemerotecas y tuvo cierto eco porque la cacería fue inicialmente alterada, en una atrevida acción pionera del ecologismo español, por un defensor de la naturaleza que trató de advertir a gritos a los urogallos de la presencia de don Manuel armado de escopeta. Pero los urogallos no oyen cuando están enamorados. El alborotador fue reducido y multado. La caza continuó.
Quizá para no atemorizar a las excursiones escolares que frecuentan Os Ancares, y que tienen por héroe a la ecológica mascota del Xabarín Club de la televisión gallega, en la vitrina del urogallo ha sido borrada la placa donde se destacaba que la pieza había sido cobrada, en aquel lejano neolítico, por el entonces ministro de Información y Turismo.
Los candidatos hablan de meter a Galicia en el siglo XXI con el tono solemne de que se aproxima un severo Juicio Final en el valle de Maastricht y de que hay que reprogramar el software de los hórreos del país. Pero en el finisterre no hay ambiente núlenarista. Luce el sol de San Miguel, la cosecha de ribeiro y albariño ha sido buena y todo el mundo sabe que entrar en el siglo XXI es uno de los pocos trámites que no requieren recomendación. Si hay un signo apocalíptico es precisamente el de la extinción de los urugallos.
En las antiguas culturas, las aves eran augures del futuro de los humanos. Si no se invierte la tendencia demográfica, los gallegos vamos camino de ser una especie a proteger. La tasa de natalidad es una de las más bajas del mundo. En los últimos años ha habido siete natalicios por 10 fallecimientos. En Lugo y Ourense la mortalidad se dobla, y esta última provincia ha perdido un diputado por el declive en el censo. La única ciudad que ha crecido, por la inmigración, es Vigo. Hay municipios del interior con una pirámide de edad ciertamente apocalíptica. Un solo niño y gran parte de la población mayor de 65 años. En Ourol han tenido serias dificultades para nombrar a los integrantes de las mesas de votación. Es como si la población campesina, bombardeada por los mensajes darwinistas de los tecnócratas de la reconversión, decidiera apagarse por su cuenta.
Castelao hizo un diagnóstico: "El gallego no protesta, emigra". Ahora habría que reformularlo: el gallego no protesta, deja de reproducirse.
La Xunta presidida por Fraga creó una consejería de Familia. Pero la oposición considera que las medidas de estímulo a las jóvenes parejas son insuficientes, en una situación de alto desempleo, precariedad y un muy escaso número de guarderías públicas. El Partido Popular contraataca con un programa en el que se compromete, entre otras medidas, a la escolarización total a partir de los tres años. Fraga, en una reciente intervención, alertó sobre la brutal caída demográfica. Como sigamos así, disparó don Manuel, "van a venir los bereberes".
Ahora, en muros suburbiales, pueden leerse algunos irónicos graffitis. "¡Xa estamos aqui!". Firman: Os Bereberes.
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