Suspendido el juicio del 'caso Arny' por el ataque de histeria de un acusado
Algunos inculpados acudieron a la Audiencia disfrazados y otros, firmaron autógrafos
El juicio por el llamado caso Arny de prostitución de menores no llegó ayer ni a empezar. El ataque de histeria de un acusado, que previamente se había autolesionado en los calabozos de los juzgados de Sevilla, obligó a la Audiencia Provincial a suspepder hasta el lunes próximo el juicio. El primer día del macroproceso amaneció como se esperaba: con desfile de famosos hacia el banquillo y con los toques circenses de acusados como Luis Miguel Rodríguez-Pueyo, que llegó a los juzgados con una túnica negra y pasamontañas, no se sabe bien si de capuchino integral o de ninja
La entrada de los juzgados tuvo el punto de espectáculo que se esperaba: el dueño del Arny, Carlos Saldaña, llegaba "ilusionado" al juicio; su encargado, José Antonio González Losada, se desfiguraba la cara con una máscara casi de cera; el citado Rodríguez-Pueyo, además, arribó en coche de caballos; Jesús Vázquez y Jorge Cadaval, coreados por sus fans. Javier Gurruchaga, sin embargo, entró casi sin ser visto.Los problemas en el juicio comenzaron prácticamente a la media hora de reunido el plenario, cuando el tribunal negó a la Fiscalía la presencia de la fiscal que participó en la instrucción del caso, Marta Valcárcel, por lo que sólo estuvo presente en la sala el máximo representante en Sevilla del ministerio público, Alfredo Flores,
Una vez que los acusados fueron llamados uno a uno para entrar el la sala de vistas vino el primer problema: uno de los 49 acusados, Marcos Camacho Martínez, se había desmayado en los calabozos, presentaba temblores, ataque nervioso e imposibilidad de controlar esfínteres. En definitiva, un cuadro histérico, "posible mente provocado por haber somatizado todo el proceso al que se ha visto sometido", según informaron algunas de las defensas en los pasillos de la audiencia. Marcos Camacho, un publicista de 30 años, fue el único imputado que tuvo que pasar ayer por los calabozos, ya que había sido conducido desde la cárcel de Carabanchel (Madrid), donde se encontraba en prisión preventiva por dos supuestas estafas en la capital de España y otra en Rota (Cádiz). El ataque de histeria le sobrevino justo después de que se autolesionara en el brazo izquierdo, donde presentaba una herida.
La sala hizo un receso de 30 minutos para que el forense le reconociera y ver si se recuperaba. No podía comenzar la vista sin su presencia, ya que el fiscal pide para él, supuesto cliente de los bares de prostitución de menores, ocho años de presidio. Algunos de los imputados aprovecharon para irse a tomar café.
Pero no hubo recuperación. El forense certificó que Camacho no se encontraba en condiciones de asistir al juicio, por lo que consideraba que su declaración se debía aplazar hasta el lunes. "No está capacitado para tener conocimiento del inicio del juicio", insistió el forense, que a partir del lunes tendrá que estar permanentemente de guardia por si ocurriera una incidencia similar. Fiscal y defensa le tomaron la palabra al forense y el presidente de la sala, Agustín del Río, decidió el aplazamiento. De hecho, las partes firmaron un acta de actuación en la que se rubricaba que el juicio se suspendía antes de empezar.
La salida de los imputados hizo repetir las carreras de la prensa. El capuchino-ninja, que permaneció en la sala de vistas disfrazado sin que el tribunal se, apercibiera, salía ceremonioso con sus gafas psicodélicas y la mayoría se escabullía casi como podía, salvo claras excepciones: Gurruchaga salió tras su abogada, Cristina Almeida, con cara seria y sin abrir la boca, mientras que Jesús Vázquez relataba su experiencia en el banquillo: "He estado sentado en las últimas filas con el juez de menores [Manuel Rico Lara]. Es un hombre tan inocente como yo, nos hemos estado confortando mutuamente y me ha explicado cómo son los juicios. Creo que acabaré sabiendo de leyes".
No hubo tiempo ni para que las defensas pudieran alegar el más de medio centenar de cuestiones previas que tienen previsto presentar, muchas de ellas encaminadas a buscar la suspensión del juicio por supuesta falta de garantías procesales de los acusados. Pese a que el juicio ni siquiera llegó a comenzar, no faltó el morbo. El cóctel de famosos, periodistas, gente aburrida, y fans quinceañeras hizo que las carreras y los gritos volvieran a los juzgados sevillanos. La palma se la llevó el presentador Jesús Vázquez, quien firmó autógrafos y repartió besos por doquier para deleite de sus admiradoras.
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