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El escándalo de los cínicos

Abusos y asesinatos infantiles, suciedad y podredumbre social, violencia orgiástica, alcoholismo demente, cuerpos deformes y muerte, sexo brutalmente sádico y locura delirante son algunos de los temas de la cultura del horror que celebran la cara pesimista de la condición humana: El Bosco, Goya, Rops, Francis Bacon, Lucian Freud, Jean-Michel Basquiat, entre otros, se han hecho eco en sus obras de la crueldad macabra que todos llevamos dentro.Otros artistas prefieren celebrar el optimismo del que también goza la humanidad y eligen temas para sus obras que provocan sensaciones eróticas, de amor, con la cercanía sensual que necesitan los cuerpos 'amantes para sobrevivir. Cito entonces a Gustav Klimt, quien, por optar por esta actitud optimista, fue objeto de críticas terribles por parte de intelectuales de la Viena de principios de siglo: sus manifestaciones pictóricas sensuales destinadas a cubrir las respetables paredes de facultades universitarias fueron interpretadas como un insulto criminal; la respuesta del artista a las críticas por "amoral", a las humillaciones y ataques verbales de los biempensantes, fue pintar el cuadro titulado en principio A mis detractores, y que luego ha pasado a la historia como El pez dorado: un culo imponente y una espalda blanca pertenecientes a una señora atractivísima, miran sensualmente al receptor. La señora sonríe con sarcasmo y nos guiña pícaramente un ojo enmarcada en una salvaje melena rojiza. Parece decirnos: "Esperen, no se vayan, todavía hay más".

El domingo 21 de septiembre, Mario Vargas Llosa publicó en esta sección un escrito que tituló Caca de elefante. Vertía en este artículo su opinión, peculiar y personal, sobre la exposición Sensaciones que actualmente presenta la Royal Academy de Londres. Las obras, todas ellas de jóvenes artistas británicos, pertenecen a la colección privada de Charles Saatchi. De Caca de elefante me inquietaron la actitud extremadamente conservadora, la atención selectiva a ciertos temas de la exposición, también la ignorancia notable y errores crasos sobre la influencia de los artistas expuestos y, por último, los comentarios despreciativos de su autor. No tengo conocimiento de si esto se debe a que el señor Vargas Llosa nunca ha tenido la oportunidad de contemplar de cerca la suciedad inmunda, cuerpos destrozados, el alcoholismo paupérrimo, una vagina, un pene en erección o en posición de descanso, en la historia del arte occidental, y es por esto por lo que ahora se escandaliza. Si es así, le refiero, entonces a Coubert, al Giotto, a Bocaccio, a Caravaggio, a Rembrándt, a George Grosz, a Allen Jones, a Munch, a Picasso, a, Georges Dureau o a Mapplethorpe, a Delmas Howe... o a la exposición de fotógrafos y artistas consagrados que mantiene este otoño el Design Museum a orillas del río Támesis; si prefiere obtener una visión más global de los asuntos corporales, podría consultar la obra de Kenneth Clark The Nude, publicada en Pelican Book, el librito más reciente de Edward Lucie Smith Sexuality in Western Art, publicado en Thames & Hudson, o el estudio The Scandals of Pleasure; de gran actualidad desde hace unos cuantos meses en Estados Unidos. Por cierto, además de las únicas obras a las que se refiere el artículo Caca de elefante (es decir, Vaginas, Caca de elefante y Falos erectos y otras más, representativas de la obsesión genital existente en el mundo artístico británico), en la exposición Sensaciones se muestran trabajos sutiles tales como la cómoda de Jane Simpson, un delicado itinerario caligráfico a través de la geografía española de 10.000 fans del fútbol europeo, y obras de Jason Martin y de Langlands & Bell, entre bastantes otras, cuyos temas y sensaciones están lejos del sexo perverso, de la obsesión genital, de la violencia impúdica. No creo que nadie en este mundo las considere, y cito a Vargas Llosa, "una mierda paquidérmica".

Pero quizá y más probable sea que el rechazo visceral de Vargas Llosa y de otros personajes de la cultura que califican esta exposición de vomitiva, se deba a lo complicado que resulta distinguir entre ética e ironía, entre moral y humor negro, entre lo que se denomina arte y el mensaje que nos trasmite un sermón dominical en misa de doce en la catedral. También la diferencia entre arte de calidad y su contrario. Una cosa es decidir que un objeto artístico no nos gusta porque espontáneamente nos sale del estómago aborrecerlo; otra cosa, sin embargo, es apoyar nuestros gustos personales artísticos con disertaciones pseudo-religiosas, con arrebatos mentales de cierto matiz histérico o con reflexiones sobre la psicología humana con olor a naftalina.

La exposición Sensaciones ha provocado, en la semana que lleva abierta al público, la renuncia ácida de varios académicos de la Royal Acaderny; el ataque iracundo de unos enfurecidos con un par de huevos, comprados en Fortum & Mason, y que fue rematado con los efluvios de una pistolita de tinta china a dos colores sobre el retrato de una asesina de niños; idas y venidas frenéticas por los pasillos de los mass-media; debates eternos sobre lo que es y no es arte en círculos académicos, y también en mesas del buen vivir. Mientras tanto, desde primeras horas de la mañana, las colas para entrar en la Royal Acaderny dan varias vueltas a la manzana. Lo predijo el crítico Robert Hughes en la primera semana de este mes de septiembre: nos llegó entonces la noticia del escándalo que ya se barruntaba: "Formidable y soltó una de esas carcajadas propias de la bestia vital que contiene: "... no co nozco la calidad de las obras que se exhibirán, pero os ase guro que será un éxito memorable".

Que más quiere la Academy,que más quiere Charles Saatchi, ya bien sea éste un empresario, un publicista de primera, un coleccionista o un marchante. Desde que el arte es arte, el arte es también business. ¿Que la Royal Academy necesita dinero para sobrevivir ... ? La institución cultural, privada o estatal que no lo necesite que, por favor, tire la primera piedra. Es labor de las personas responsables organizar exposiciones que resulten atractivas, que sean innovadoras, dentro y fuera de movimientos artísticos representativos. Por último, que resulte un éxito de crítica, pero, y sobre todo, de público. En el caso de la Royal Academy, su director, Norman Rosenthal, fue el primer responsable de la elección y selección del contenido de Sensaciones. También lo fue de exposiciones tales como La gloria en Venecia, por poner sólo un ejemplo sublime del trabajo de Norman Rosenthal en los 20 años que lleva dirigiendo la institución.

Rosenthal manifestó hace poco que "el verdadero arte no es inmoral". Y no lo son las obras expuestas. El que sean agradables o desagradables para el gusto del visitante es un aparte subjetivo; el que pretendan como único objetivo epatar a la burguesía y generar polémica, es una cuestión a decidir por el artista; el que las obras expuestas sean de alta o baja calidad corresponde a los especialistas y al paso del tiempo, tener la última palabra. A los que no somos ni artistas ni especialistas en arte sólo nos queda sentir desolación ante esa algarabía de plumas cínicas y comentarios con moralina que provoca la presencia de este tipo de expresiones.

Elena Ochoa es investigadora en el instituto de psiquiatría The Maudsley; Universidad de Londres, Reino Unido

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