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COPA RYDER

Europa barre a Estados Unidos

Cinco victorias y dos empates dan una ventaja de cinco puntos a los de Ballesteros

Carlos Arribas

El desmoronamiento había comenzado la víspera. La visión de un Jim Furyk desgraciado derrumbándose moral y casi físicamente sobre el green del hoyo 18 después de pegar posiblemente el peor putt de su vida no hacía más que poner una imagen a una evidencia que ya se masticaba desde que el pasado viernes, en la primera jornada, las huestes de Severiano Ballesteros pusieran coto al asalto del ejército de las barras y las estrellas. estadounidense.Mientras esperaban en la casa club de Valderrama a que el tiempo escampara y se drenara el campo -otra vez la gota fría hizo que la jornada se iniciara con dos horas de retraso y que tres partidos vespertinos se suspendieran hasta la jornada de hoy- los comentarios generales de su gente hablaban de resistencia inesperada, de que no todo el monte es orégano y de que había que apretarse los machos. Es decir, dudaban. Y en este negocio, quien duda, lo tiene claro, sobre todo cuando llega a la acción sintiéndose superior; y quien tiene la seguridad de que haga lo qué haga al final su bola entrará antes en el agujero que la de los rivales, aunque éstos no se lo crean, más claro todavía.

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Resultado: de siete puntos que se disputaron ayer de los 10 previstos, el equipo europeo ganó seis y Estados Unidos, uno. Marcador: cinco puntos de diferencia para los de Severiano Ballesteros, la mayor ventaja la víspera del domingo decisivo alcanzada por el equipo continental desde hace 10 años. Sin embargo, Estados Unidos podría imponerse en los tres igualados foursomes que se han aplazado por falta de luz. En ese caso, llegaría al 12 contra 12 a dos puntos de distancia, la misma diferencia remontada por Europa hace dos años en Oak Hill.

"No es imposible remontar", dice Tom Kite, el afable y educado capitán norteamericano, que se siente "desilusionado y sorprendido". "Pero es fundamental ganar los tres puntos aplazados". "Hay que ganar esos tres puntos", será el mensaje de Severiano Ballesteros, el carismático y temperamental capitán del equipo europeo. Si eso sucediera, los 12 duelos individuales, tradicionalmente el plato fuerte de toda Ryder, casi sobrarían. Con 12 puntos en su haber, Europa sólo necesitaría de dos más para retener la copa y de 2,5 para ganar el torneo por segunda vez consecutiva.

Nada es imposible en la Ryder. El dicho tópico es más verdad si quien decide lo que ha de pasar es un equipo que tiene la seguridad de que eso va a pasar y no otra cosa. Es decir, si se trata de un equipo que las únicas 12 estrellas que lleva son las de su bandera, se llama Europa y lo capitanea Ballesteros. Si los nombres de los protagonistas son Faldo u Olazábal, Montgomerie o Westwood, Garrido o Woosnam o Parnevik. O el espíritu de la remontada. La táctica para hacer funcionar a 11 de sus 12 jugadores -sólo el sueco Johansson no entró en acción- fue bien sencilla: si en el equipo hay tres pilares -Faldo, Montgomerie y Olazábal-, coloca a su lado por la mañana a jóvenes deseosos de impregnarse de su espíritu, a alumnos con ganas de ser maestros, a osados que pueden arriesgar porque cuentan con guardaespaldas por si las cosas van mal. Y los demás veteranos -Langer, Rocca-, que descansen. Ah, y por si acaso dale vida al deprimido Woosnam con un compañero agresivo y tranquilo, animoso y respetuoso como el danés Bjorn. Rodéalo todo de un ánimo inexpugnable y suétalo por el campo, a meter miedo.

Los jugadores norteamericanos, mecánicos, hicieron como en la víspera. Mediada la jornada de los fourballs dominaban tres de los cuatro partidos; a falta de tres hoyos o así empezaron a mirarse las manos y a preguntarse qué les estaba pasando.

Con el tiempo de perros todo les salía bien, y cuando lucía el sol, los tiros extraviados sólo era suyos. También lo llaman el efecto de la presión, una misteriosa fuerza que sólo afecta negativamente a quien tiene miedo; un virus que ha contagiado hasta al Tigre Woods, el epítome de la osadía.

Fue un asunto de sentimiento de inexpugnabilidad, o sea, del hoyo 17. El lugar más criticado del campo es también el más espectacular y el más imprevisible: es imposible jugarlo dos veces seguidas de la misma forma.

Es, en todo su esplendor, un autohomenaje de su creador, Severiano Ballesteros, a su propia personalidad. Y, como ayer, el mejor lugar para la emboscada o la defensa numantina. En la emboscada de Montgomerie y Clarke, diseñada en persona por ewl capitán Ballesteros, cayeron Couples y Love, en la de Woosnam y Bjorn, Leonard y Faxon, y en la de Faldo y Westwood, Woods y O'Meara.

Fue Numancia para, quién si no, Olazábal y Garrido. Y también el 18. Y Waterloo para MickeIson y Lehman, hasta entonces los reyes del pulso. Una magnífica salida de búnker de Garrido y su correspondiente putt dejaron en nada el magistral segundo golpe de Mickelson: tenía el eagle casi hecho y necesitó dos putts para embocar.

El síntoma del miedo: fallar putts de metro y medio. En el 18 fue un putt de seis metros de Olazábal lo que deshizo a Lehman. El síntoma de lo inexpugnable: acertar el putt decisivo, no los que sólo hacen de fuegos artificiales.

Los retrasos por la lluvia han acabado con una de las grandes costumbres de la Copa Ryder: el anuncio del orden en que se jugarán los individuales del domingo. Toda posible táctica, con el marcador actual, sólo favorece a Ballesteros. A Kite sólo le queda la desesperada.

Kite y el meteorólogo

Tiene todo tan preparado el meticuloso texano Tom Kite, capitán del equipo de Estados Unidos, que entre sus docenas de carpetas hay unas cuantas que contienen los informes meteorológicos del último año en la Costa del Sol. Haciendo medias, integrales, derivadas, desviaciones típicas y estándar, el cuidadoso y precavido Kite podría estar prácticamente seguro de que ni el viernes, ni ayer, ni hoy iba a caer una gota de agua sobre Valderrama. Evidentemente, la gota fría, que ha descargado litros y litros de agua todas las madrugadas y habría inundado el campo de golf si éste no estuviera perfectamente preparado para la contingencia, no entiende de estadísticas, casi como el golf. Las previsiones no siempre se cumplen.Los 12 hombres del equipo de Estados Unidos podrían ganar un grande alguna vez en su vida -algunos ya lo han hecho: Couples, Lehaman, Love, Leonard, Janzen, Woods-, eso quiere decir que son todos muy buenos. Si se miran sus registros todos aparecen entre los mejores con el putt, con el drive y con los hierros. De distancia alcanzada desde el tee y de eficacia probada en el green. Son el ejército regular, los hombres del green en regulación, del putt y medio para cerrar y de los 3,4 golpes de media por hoyo en el circuito. Son intercambiables, y sin embargo no son un equipo.

Europa, a su lado, es una banda de veteranos -Faldo, Langer y Woosnam- que parecen haber pasado ya sus mejores tiempos; una banda a la que acompañan eternas promesas -Montgomerie-, genios despistados -Rocca-, genios recuperados -Olazábal- y muchachos con futuro brillante -Westwood, Garrido, Bjorn-. En teoría, poco que hacer. En la práctica, nada de sol y buen tiempo: chaparrones. Tienen algo que no tienen sus rivales: son imprevisibles, se fortalecen con la presión. Como la gota fría.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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