Ni en el fondo ni en la forma
Tras el resultado de las elecciones del 3 de marzo de 1996, el Partido Popular tuvo que hacer de necesidad virtud y que recomponer el programa de gobierno con que había concurrido ante el electorado. Mucho se ha escrito de la reconversión nacionalista. Menos sobre la reconversión en política antiterrorista, que no fue de menor entidad. De una política de confrontación que hubiera acabado casi inevitablemente en una declaración de "estado de excepción" en el País Vasco, como ha reclamado en varias ocasiones Manuel Fraga, se pasó a una política de entendimiento con los demás partidos. De una política penitenciaria centrada en el cumplimiento íntegro de las penas, a otra de tratamiento individualizado de los presos de ETA en función de las circunstancias, objetivas y subjetivas, que concurrieran en cada uno de ellos.Una gran mayoría de ciudadanos creo que experimentamos una notable sensación de alivio. Una de las cosas que más repugnaba de la actitud del PP en la pasada legislatura era precisamente la utilización del terrorismo para ganar votos. El comentario de José María Aznar en la manifestación por la muerte de Tomás y Valiente, "la manifestación ha ido bien porque la lucha antiterrorista va mal", reflejaba muy bien la actitud del PP en las vísperas de la "mayoría suficiente".
Después fue otra cosa. Afortunadamente. Cualquier Gobierno necesita en la lucha antiterrorista el apoyo de algo más que su propio partido. La sesión parlamentaria del caso Elejalde fue un buen botón de muestra. Ese apoyo debe ser prestado por los demás, pero el Gobierno tiene que ganárselo y, sobre todo, que no obstaculizarlo.
Todo lo contrario de lo que está haciendo el Gobierno desde la muerte de Miguel Ángel Blanco. La carrera por rentabilizar electoralmente la lucha antiterrorista recuerda las actitudes más miserables del PP en la pasada legislatura.
Puede que la acumulación de despropósitos en estos últimos meses sea resultado de la simple torpeza. Pero puede que lo sea de que el PP ha llegado a la conclusión de que 1998 va a ser inevitablemente el año de las próximas elecciones generales y está empezando a prepararlas "a su manera".
Me temo que se trata de lo segundo. Una torpeza se puede explicar. Tantas no. En los últimos meses el Gobierno no sólo no ha dado ni un solo paso para favorecer la unidad en la lucha antiterrorista, sino que ha hecho todo lo posible para obstaculizarla.'
¿A quién se le ocurre que una propuesta de rebaja "selectiva" de la edad penal puede ser aceptada por nadie? ¿Cómo pueden entender los demás partidos la campaña publicitaria que se hizo durante el verano en torno a la misma? ¿Qué decir del "acto de desagravio" que se organizó en las Ventas?
Y por si faltaba poco, el vídeo. Coincido con la opinión de que el vídeo es contraproducente por su contenido, independientemente del público al que esté dirigido. Pero lo que resulta literalmente intolerable es "la campaña del vídeo". Formalmente el vídeo se ha justificado con la finalidad de dar a conocer la cara real de ETA fuera de España. Materialmente se ha hecho uso del mismo para el mercado interior. El vídeo es un elemento más de la "campaña de imagen" del PP, de su utilización partidista de la lucha antiterrorista.
El PP parece que vuelve a las andadas. El vídeo no es "lo obvio", que no necesita ser consultado con los demás partidos como ha dicho Martí Fluxé. El vídeo es un elemento más en la política ventajista del PP en materia antiterrorista. Si el fondo no es bueno, la forma es horrible.
