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El programa

Y.. ¿qué me dicen de Diego de León? A lo largo del otoño, invierno y primavera pasados, por razones que no son del caso, hube de patearme a diario dicha vía, o ex vía, de modo que me cupo el dudoso privilegio de contemplar, in person e in situ, el creciente deterioro de la calle. Acaeció al principio en progresión aritmética, ya saben, máquinas que aparecen de pronto y destrozan una esquina, camionazos que introducen tubos y otros objetos no identificados en el socavón resultante, esas cosas. Luego, la progresión se hizo geométrica, sobre todo desde el día nefasto en que las palas mecánicas se volvieron locas, como las vacas británicas, e invadieron y arrasaron la acera de los pares, de Castelló para arriba, mientras los peatones, niños y mujeres primero, ancianos que no podían con su alma detrás, se dispersaban, horrorizados, en todas direcciones.A partir del 25 de junio, el excelentísimo Ayuntamiento se dejó de medias tintas, imaginando quizá que, en un barrio tan pudiente y pepero, ya estaría todo el mundo de vacaciones, así que fue y cortó la calle. En julio, la revista La Carta, publicada por la Asociación Madrileña de Empresarios de Restaurantes y Cafeterías (AMERC), realizó una encuesta entre sus asociados de la zona intentando evaluar los daños. La primera respuesta fue muy modosa: "Hay que ser cívicos y esperar que las obras sean en beneficio de todos". El interrogado, propietario de dos establecimientos en la acera de los pares y digo yo que votante del PP, declaró también que no había recibido notificación alguna acerca de la fecha prevista para la' finalización de las molestias y perjuicios, pero que, en fin, esperaba que todo habría terminado para enero de 1998. Menos' longánimos se mostraron los responsables de la cafetería siguiente, a quienes se les había denegado este año la autorización para la apertura estival de la terraza. Claro que ¿quién iba a sentarse en medio de aquel caos?

Uno de los dueños del establecimiento encuestado a continuación, predilecto de los taxistas, estimaba las pérdidas diarias en 20.000 pesetas. En la acera de enfrente afirmaron que desde el mes de marzo, y más concretamente desde el día D en que irrumpieron las máquinas, los cortes de agua y luz habían sido constantes, la clientela había descendido en un 20% y "ni siquiera los proveedores podían llegar al establecimiento de forma segura".

¿Qué pueden hacer vecinos y comerciantes ante una situación como ésta? La respuesta es sencilla: aguantarse. Lo contaba, y muy bien por cierto, la lectora doña Pilar Rodríguez Budod en El País Madrid. "Varios vecinos y comerciantes de la calle de Diego de León nos hemos personado en el pleno de la Junta de Distrito y hemos expuesto nuestros temores y peticiones. Se nos ha dado la siguiente contestación por parte del concejal-presidente de la junta: "En el programa del Partido Popular, presentado en las últimas elecciones municipales, queda suficientemente definida la construcción de aparcamientos y obras de infraestructura en nuestras ciudades. De manera que, si está en el programa y se ha votado mayoritariamente en nuestro barrio de Salamanca al PP, queda legitimada la construcción de aparcamientos, la tala de árboles, la no participación de los vecinos en el futuro de su calles ..." Aguántese el no votante al partido por tibio, rojo o bobón, que decían los buenos hermanos maristas, el votante por aquello de "a lo hecho, pecho" y el peatón neutral porque sí. Pues los automovilistas lo tendrán fatal, pero ¡anda! que los transeúntes... Subí la otra mañana por la dichosa acera de los pares: desde Claudio Coello al 10 de Diego de León los vehículos de los residentes están autorizados a circular por la acera; desde Lagasca hasta una sucursal del BBV, lo mismo; desde una sastrería hasta Velázquez, ídem. En la esquina, una acera y sus bolardos, terminados. ¿Cuánto durarán? Tregua acerística hasta Núñez de Balboa, y luego ya la debacle: maquinonas desbocadas cortando la circulación por Castelló cuando les da la gana, invasión de artefactos por las aceras, la monda.

En General Díaz Porlier una ambulancia atrapada gemía en vano. Pensé en los enfermos de esta zona, repleta de sanatorios, y se me ocurrió una apenada reflexión: al famoso programa podrían llamarlo, indistintamente, progromo.

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