El Atlético se acuerda del fútbol con retraso
Dos goles de Juninho y Vieri corrigen a última hora un discreto estreno europeo ante el Leicester
Era tan fácil como tirar una pared, decirle a un compañero toma y devuelve, como tocar e irse. Entonces, la musculatura inglesa se deshace, sus cuerpos rocosos y es culturales dejan de intimidar y toda su fortaleza física, ganada en horas de entrenamiento y sudor con la mismísima armada británica, no sirve de nada. Era tan sencillo como eso, sí, pero el Atlético tardó demasiado tiempo en descubrirlo. Tanto, que ahora, en vez de saborear con gusto su estreno europeo ante el Leicester, tiene ante sí una eliminatoria comprometida y abierta.En cuanto el Atlético tiró una pared, allá por la hora de juego, ya con el 0-1 en contra sobre el cogote y animado sin duda por la entrada de José Mari, se comió al Leicester. Primero fue Juninho con Vieri: 1-1. Y luego, Geli con Lardín: 2-1. La victoria, aunque apretada, le supo a gloria. Porque ya se temía lo peor, el tradicional fracaso en la Copa de la UEFA a las primeras de cambio y todo eso. El panorama, antes de que a Juninho se le encendiera la bombilla, era desolador.
El Atlético había salido impresionado, apagado, sin determinación. Es decir, como más le convenía al adversario. El Leicester empujó la contienda a su terreno, hacia un fútbol simple y sin secretos, rústico si se quiere, que, sin embargo, hizo sangrar al Atlético. Los ingleses sacaron provecho de cada uno de sus pelotazos frontales. Una falta, un rechace, un córner o un saque de banda. Cualquier cosa le bastaba al Leicester para alcanzar su meta: un balón colgado sobre el área para explotar la fortaleza aérea.
Así, a los 11 minutos, cuando el Atlético todavía no se había atrevido a meterse en el partido, en una de las sumas inglesas (pelotazo arriba + córner + otro córner), llegó el gol. Toda una lección de estrategia a balón parado, todo un curso de cómo dejar solo a un delantero, en este caso Marshall, y en evidencia a una defensa. Una defensa a la que, todo hay que decirlo, le faltaba Santi y le sobraba Prodan. Cómo ha podido llegar a este equipo el rumano es todavía un misterio. En todos sus duelos la pelota acabó en poder del contrario, ya fuera directamente, a través de una falta (casi siempre por cierto: mandó a Marshall al hospital y a Heskey casi), o regalando un saque de banda. Para colmo, gol al margen, la mejor ocasión del Leicester fue un autoremate de Prodan que rozó el palo de su propia portería.
Sufría el Atlético en defensa, pese a la escasez de repertorio de los ingleses, y sufría en ataque. Juninho, esposado como estaba por su inseparable Kaamark, apenas aparecía. La línea de atrás daba siempre una horrorosa salida al balón. Vizcaíno no inyectaba celeridad a la circulación. Caminero estaba en su particular guerra consigo mismo. Lardín dibujaba sus clásicas galopadas, pero O'Nell, que debía estar avisado, le había preparado una banda izquierda llena de obstáculos. Sólo asomaban los inventos de Kiko y los movimentos de Vieri. Y claro, no era bastante. Por físico y agresividad, el Leicester mandaba.
A la media hora, el Atlético descubrió que pese a la dimensión escultural de sus zagueros, el Leicester no es nadie por atrás. Una tímida presión sobre los centrales le devolvía enseguida la pelota, un poco de empeño en el uno contra uno le plantaba en la línea de fondo y cierta persistencia en buscar la espalda a los defensas le abría la puerta de las ocasiones. Pero no insistió. Al contrario, metió con demasiada frecuencia entre esas buenas acciones los bombeos de balón. Y contra las ollas, el Leicester sí que puede. El rival era vulnerable, estaba probado, pero el Atlético se empeñaba en buscarle sus puntos fuertes.
Hasta que entró José Mari. Antic retiró a Toni, redujo su defensa a tres hombres, desplazó a Caminero hacia el centro y colocó al sevillano como abrelatas por la banda derecha. El serbio dio en el clavo. José Mari dibujó dos carreras, dobló un par de cinturas inglesas y el Atlético se iluminó. Despertó a la grada y fue animando uno a uno a sus compañeros, les contagió sus ganas por jugar.
Diez minutos después de la entrada de José Mari, el Atlético ya se parecía al ciclón del que habla su dueño. Fue entonces cuando Juninho se acordó de sus habilidades, le tiró un pared a Vieri y remató con toda el alma para el 1-1. Geli se quedó con la copla, y segundos después, le dijo a Lardín toma y devuelve: penalti y 2-1. Amenazaron los rojiblancos con engordar el resultado, pero el partido ya no les dio más premio que la remontada.
El 2-1 deja al Atlético con la eliminatoria en el aire. En Leicester se las verá con un público tan ruidoso como influyente y, de nuevo, con un equipo de fútbol tan vigoroso como vulnerable. Puede que entonces se acuerde antes de la pared, del toma y devuelve, del toco y me voy.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.