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VUELTA 97

Zülle despierta dudas

El suizo, líder tras una pobre contrarreloj - Caída de Escartín Mauri gana la etapa

Carlos Arribas

Sorpresa. Quién lo iba a decir. Alex Zülle no es el ogro prometido. Ni siquiera en su mejor terreno, la contrarreloj. El suizo, sí, cumplió con parte de las expectativas y se colocó de líder tras el ejercicio solitario y multitudinario -unas 130.000 personas en el circuito, según la policía local- de Córdoba. Pero no ganó la etapa. No dio un puñetazo sobre la mesa. No dejó el debate cerrado. Todo lo contrario: dio más vida a sus enemigos, los escaladores, que reforzaron su moral con las dudas despertadas por la prestación del líder de la ONCE. Los que se daban con un canto en los dientes con perder un par de minutos en los 35 kilómetros llanos, salieron con el pecho por delante. Laurent Dufaux, por ejemplo, sólo perdió contra el viento y bajo la lluvia 46s con respecto a su compatriota; el caído Fernando Escartín 2.15m pese a todo. Y seguro que Laurent Jalabert lamenta más que nunca el pajarón de Sierra Nevada, los. ocho minutos perdidos en cinco kilómetros. Sin ellos, sin más esfuerzo, sería hoy el líder incontestable: no sólo no perdió tiempo con Zülle, sino que le aventajó en l6s. Terminó tercero, a 22s del ganador, el especialista recuperado Melchor Mauri. La Vuelta sale viva, dentro de lo que cabe, de la contrarreloj y eso. no deja de ser una buena noticia. Y algo más: en ella se ha agrandado la figura de la esperanza española, Escartín, pese, o quizás gracias, a su desgracia.Pese a la victoria de un resucitado Melchor Mauri, el ciclismo español, con un líder como Escartín, no necesita escarbar en la memoria para revivir las sensaciones de antaño ante una contrarreloj. La seguridad y la tranquilidad, por no decir la euforia, que despertaban tales citas en los tiempos de Induráin y del Olano bueno han pasado como si no existiera, como un paréntesis, un inciso en la tradición del español como bicho resistente. Lo que ahora se siente es lo de antes, la aprensión y el temor. Se revive el dicho de eso de luchar contra los elementos y de que los extranjeros son más grandes y más brutos, pero que en la montaña ya veremos. Y sin embargo, todo marchaba perfecta mente, mejor de lo temido. En los primeros 12 kilómetros, los más rápidos, los del viento de espaldas, Zülle sólo sacó l8s a Escartín y 5s a Dufaux. A la altura del kilómetro 23, cuando lo más duro, cuan do el viento daba de cara, cuando los grandes campeones suelen meter el turbo y convertir la progresión aritmética de sus ventajas en progresión geométrica, Zülle solo aventajaba en 40s al bravo escalador aragonés. Todo iba demasiado bien. Incluso había empezado a llover, lo que, como todos saben, es lo peor que le podía pasar al suizo. Pero Polícrates acechaba a la salida de una curva. Fue exactamente en el kilómetro 23,2, a 11,8 de la meta. Escartín, confiado entró lanzado y su rueda patinó en un paso cebra. Se fue al suelo con estrépito, cayendo sobre su costado derecho, el ya dañado en la caída del día del Boyar, camino de Málaga. Además, el manillar le golpeó en el muslo izquierdo. Hecho unos zorros se levantó, cambió de bicicleta y continuó la marcha. Pero ya no era lo mismo. Era el asunto tan típicamente español de luchar contra los elementos a base de rabia y coraje. En el kilómetro 24, mientras Dufaux pasaba a 35s sólo de Zülle, menos de dos segundos por kilómetro, Escartín lo hacía a 1.12m. Había perdido en la caída otros 40s. Y lo que le quedaba por sufrir. También a Zülle. Al suizo no le entró el turbo. Su fuerza, en vez de crecer, se fue diluyendo.

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A diferencia de su compañero de equipo, Melchor Mauri sí que siguió a rajatabla la regla de oro de las contrarreloj largas: comenzar a tope, acelerar a mitad de recorrido y terminar sprintando. El catalán, al que una caída en la Vuelta a Aragón dejó sin correr el Tour y otra caída en la Vuelta a Galicia le volvió a frenar la preparación, ha llegado a la Vuelta fresco como una rosa y motivado más que nadie. Su afán tiene un objetivo claro: recordar a la gente que él es el último español que ganó la Vuelta (1991), que no está bien que se olviden de él.

Al contrario que Mauri, Juan Carlos Domínguez, otro gran contrarrelojista, fue de más a menos y no cumplió con las expectativas, aunque supiera, o quizás por ello, que se jugaba una plaza para el Mundial contrarreloj. Los 35 kilómetros se le hicieron largos. Quizás igual de largos que a Casero, que los vio por televisión. El corredor del Banesto abandonó, enfermo, víctima de un virus que amenza con destruir completamente al equipo y a parte de los auxiliares. El médico, Jesús Hoyos, y el mecánico Pedro López también están enfermos. Y Armand de las Cuevas, su hombre mejor colocado en la general, también empezó ayer a mostrar síntomas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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